Entre Paréntesis/ Nosotros, los inocentes

AutorDavid Martín del Campo

La matazón de Belén fue el Acteal de Judea. Herodes -cuentan las Sagradas Escrituras- ordenó pasar a cuchillo a todo aquel recién nacido que tuviera la edad del niño que habían engendrado María y José. La masacre de aquel primer 28 de diciembre nos fue heredada como el Día de los Santos Inocentes, en que nos permitimos todo tipo de bromas, siempre y cuando tengamos una "víctima" a la mano. Porque hay bromas de varios tonos y de muchos colores. El santo día nos permite recuperar el humor sedado luego de tantas jornadas de consumismo y desvelo. Así que aprovechemos para hacer memoria de algunos momentos de sublime inocencia.

Ahora que el Popocatépetl nos recuerda, a fuego y tizne, la condición telúrica de nuestra geografía, viene a cuento la historia del pintor Gerardo Murillo, mejor conocido como Dr. Atl, cuando en 1943 atestiguó el nacimiento del Paricutín. Durante meses vivió en los alrededores del agreste volcán, y de tanto andar brincoteando entre los caudales de lava, le vino una trombosis que obligaría, tiempo después, a amputarle la pierna izquierda. Esto contaba don Alfredo Cardona Peña al recordar aquel tufillo sulfuroso del que resultó impregnado el artista cojo. Y como eran bastante conocidas sus proezas amorosas, luego de la operación llegó a visitarlo una reportera inocente que le planteó lo obvio. Cómo le iba a hacer para conciliar ahora sus días de enamoradizo, a lo que el Dr. Atl respondió con un gesto. Se alzó la bata y le mostró aquello al recordar: "Se equivoca usted. Mire, lo que me cortaron fue la pata; lo demás, tal cual".

En sus primeros tiempos, el diario Unomásuno (que en su momento transformó el periodismo del país) poseía una joya secreta para muchos desapercibida: su mesa de redacción. En ella laboraban cotidianamente talentos como Antonio Marimón, Agustín Ramos, Andrés Ruiz, Ricardo Yáñez... El hambre de conseguir una primera plana, en esos días de periodismo de denuncia, obligaba a los reporteros a esgrimir inusitadas escaramuzas informativas. Y eso era evidente en las notas que enviaban a la redacción. De tanta enjundia, los integrantes de la mesa decidieron llevar secretamente un "cuaderno gris" donde antologaban la inocencia sintáctica de los reporteros. Una de las notas ahí coleccionadas arrancaba más o menos así: "Con una absoluta falta de solidaridad nacional, este año el ganado vacuno dejó de producir 18 mil toneladas de leche...". Sí, malditas vacas neoliberales.

Otra inocentada ocurrió hace años en uno...

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