Iniciativa parlamentaria que reforma los artículos 39 y 40 de la Ley General de Partidos Políticos, a fin de ampliar los derechos de los militantes de los partidos y ampliar los aspectos mínimos que deberán contener los estatutos partidistas, para democratizar internamente a los partidos políticos., de 23 de Mayo de 2018

Que reforma los artículos 39 y 40 de la Ley General de Partidos Políticos, recibida del diputado Jorge Álvarez Máynez, del Grupo Parlamentario de Movimiento Ciudadano, en la sesión de la Comisión Permanente del miércoles 23 de mayo de 2018

El suscrito, diputado Jorge Álvarez Máynez, del Grupo Parlamentario de Movimiento Ciudadano, y en apego a las facultades y atribuciones conferidas por el artículo 71, fracción II, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos; y los artículos 6, numeral 1, fracción I, y artículos 77 y 78, del Reglamento de la Cámara de Diputados del honorable Congreso de la Unión, somete a consideración de esta asamblea la iniciativa con proyecto de decreto por el que se reforman los artículos 39 y 40 de la Ley General de Partidos Políticos, en atención a la siguiente Exposición de Motivos

Uno de los rasgos fundamentales que caracterizan a todo sistema político contemporáneo que se precie de ser democrático, es la existencia de una pluralidad de partidos políticos que pueden competir en equidad de condiciones y con posibilidades reales de triunfar en los ejercicios electorales por los que se designan, a través del voto, a gobernantes y representantes populares.

Durante una gran parte del siglo XX, el panorama político de nuestro país fue acaparado por un sólo partido político, cuya hegemonía indiscutible se reafirmaba cada seis años. México, a diferencia de los demás países de Latinoamérica, no vivió bajo un régimen político dictatorial propiamente dicho. Sin embargo, es indudable que el régimen era autoritario y que los ejercicios electorales no tenían mayor relevancia, pues los partidos de oposición no tenían oportunidad alguna de acceder al poder.

Dicha situación llevó a miles de personas a buscar formas alternativas de participar en la vida pública en oposición al Partido Revolucionario Institucional: algunos desde la sociedad civil; otros, por la vía armada. Durante las décadas de los sesentas y los setentas, la violencia política y la represión contra los opositores del régimen alcanzaron niveles alarmantes.

En esa época, la vida pública de México estuvo marcada por la simulación. Una de las prácticas que caracterizó al sistema político mexicano del siglo XX fue la elección, por parte del presidente de la República, del candidato que debía sucederlo, de manera unipersonal y opaca, lo que se conocía en el argot político como “El Tapado”. Jorge Carpizo definió dicho sistema de sucesión de la siguiente manera: “el presidente saliente escoge a su sucesor y tiene para ello un margen de libertad muy amplio; quizá su única limitación sea que el escogido no vaya a ser fuertemente rechazado por amplios sectores del país. Por tanto, su discrecionalidad es casi absoluta.” 1 Dicha simulación antidemocrática era aceptada por la sociedad y la clase política, y era un reflejo de la carencia de democracia en que estaba sumergido el sistema político mexicano en su conjunto.

La falta de democracia del sistema político mexicano comenzaba al interior del partido hegemónico: la voluntad de las bases del partido no era tomada en cuenta para elegir al candidato. No obstante que se llevaban a cabo despliegues con gran teatralidad, en los que los sectores del partido –el sector obrero (Confederación de Trabajadores de México, CTM), el sector campesino (Confederación Nacional Campesina, CNC) y las clases medias (Confederación Nacional de Organizaciones Populares, CNOP)– arropaban e impulsaban al candidato, en realidad su elección correspondía a una sola persona: el presidente.

Fue por ello que Daniel Cosío Villegas describió al sistema priista como una “monarquía absoluta, sexenal y hereditaria por línea transversal”. Por otra parte, y aún más grave, era prácticamente imposible que la oposición accediera al poder, pues no existían instituciones electorales neutrales ni confiables, además de que varios partidos políticos, por ejemplo, el Partido Comunista Mexicano, se vieron obligados a actuar desde la clandestinidad.

Se llegó al extremo de que en las elecciones del año 1976, sólo hubo un candidato postulado: José López Portillo que realizó campaña sin oposición y obtuvo el cien por ciento de los votos 2 , el PRI se vio obligado a ampliar la representación política, dando pie a la reforma en materia electoral de 1977, la primera con una verdadera intención de cambio. Dicha reforma incluía un sistema mixto de elecciones, por mayoría relativa y por representación proporcional, implicando un antes y un después en la representación política de las minorías. Sin embargo, a pesar de representar un avance importante, no propició la posibilidad de la alternancia y mucho menos de un escenario equitativo para todos. El desarrollo de un sistema plural de partidos políticos en México fue un proceso lento y gradual que, aún el día de hoy, dista de haber concluido.

Cabe recordar que el Partido Revolucionario Institucional nació desde el poder y gobernó el país de manera ininterrumpida durante 70 años. Además, gobernó la totalidad de los estados hasta que en 1989 perdió la gubernatura de Baja California. En cuanto a la composición del Congreso de la Unión, el partido perdió por primera vez la mayoría absoluta en...

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