Tolvanera/ El otro Informe

AutorRoberto Zamarripa

Esta semana el Presidente Vicente Fox comparecerá ante el Congreso de Estados Unidos. No será el paseo que tuvo por San Lázaro ni la suerte de formalidades que impuso el Poder Legislativo para que el Mandatario fuera acotado en las posibilidades de debatir con los Legisladores mexicanos. En Washington, Fox juega algo más que el lucimiento. Viene una prueba para acreditar las mentadas credenciales democráticas que dice poseer y la renovación de la confianza que en Estados Unidos han depositado en su Gobierno.

Mientras en México el esmero de Fox estuvo en darle un bajo perfil al Primer Informe y someterlo al escrutinio de un Congreso dividido, de baja mira y lentitud de reflejos, en Washington el Presidente mexicano juega la apuesta de la ratificación.

No importa tanto el qué se diga sino el cómo se diga. Fox hablará ante el Congreso estadounidense en un ambiente de mayor tranquilidad al vivido por otros Presidentes mexicanos. No hay una actitud hostil en la opinión pública y tampoco existe una presión directa para que asuma posiciones cómodas al Gobierno de Bush. El Congreso estadounidense tampoco espera demasiado en el asunto migratorio que significa la principal apuesta legislativa del Gobierno mexicano. Los tiempos no son coincidentes y si México desea prontos resultados en la materia, para los Legisladores estadounidenses los ritmos de un acuerdo en migración están más cercanos a las elecciones del 2002 que a los apresuramientos de arranque de sexenio del Gobierno de Fox.

En materia de narcotráfico de manera súbita ha sido despresurizada la olla de conflictos. Aunque el Gobierno mexicano tiene en la calle a uno de los capos más buscados, salido de las cárceles de alta seguridad, y no ha podido dar con los jefes de uno de los cárteles más importantes, los Arellano, la valoración que se hace sobre el espíritu de colaboración parece ser suficiente en el otorgamiento de tranquilidad y credibilidad.

Invariablemente, ante cada encuentro con un Presidente estadounidense y una eventual comparecencia ante el Congreso de aquel país, los Presidentes mexicanos acudían al expediente de la detención de un capo o la simulación de la desactivación de cárteles o células criminales. Sucedió cuando en el Gobierno del Presidente Ernesto Zedillo, el panista Antonio Lozano Gracia obtuvo la captura de Juan García Abrego el jefe del cártel del Golfo y lo envió sin trámite mayor a Houston, Texas. Para entonces, la estrella de García Abrego declinaba, pero su...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR