El infierno de Iñárritu

AutorOscar Cid de León

Cuando comienza el alba, el terror se ha ido, los gritos han callado. Las luces de la patrulla fronteriza, exaltando la vejación y los insultos, también se han apagado. "¿¡Dónde está el 'poiero'!? ¿¡Quién es el 'poiero'!?". Y todos callábamos, mientras el vuelo de un helicóptero terminaba por calarnos los huesos. Y el frío.

Pero allí seguía el frío, la arena helada del desierto bajo mis plantas, recordando que seguía yo vivo. Porque la soledad era ahora grande. Cómo diablos es que el alba me sorprende solo, ante la belleza de un desierto que ya cuesta trabajo ver, porque la belleza, hace unas horas, era el infierno.

¿Y el niño de 4 años? Pienso en su mirada de cordero, drogada por el hambre, el cansancio, el espanto. La mirada de un cordero al que dirigen al matadero. Lo increpaba la migra, iluminando con una linterna su rostro desencajado, como buscando sacarle respuestas a un trapo.

La belleza del desierto de Arizona es cruel. Su paisaje de cactáceas. Su temperatura de morgue.

Recuerdo al chico del "refrigerador", el cuarto frío en que nos tuvieron antes de cruzar el Bravo. Había sido separado de su hermano y yo pensé en mis hermanos. ¿Qué será ser desprendido de lo único fraternal que llevas en un viaje al infierno? Que te partan en dos. Que te abran ese vacío del tamaño de un hermano en tu presente helado.

Pienso en el chico mientras miro, con el corazón bombeando, cómo los rayos del sol iluminan un residuo de pétalo, o pelusa, que divaga por el aire, esquivando los matorrales.

Qué soledad tan grande. Qué soledad la de una mochila que encuentro en la arena. La de ese zapato. ¡Cómo desearía ahora mismo mis zapatos!

¿Pero qué hago aquí y solo? Yo tenía en la frente la punta de una ametralladora. La del agente con acento mexicano; de todos, el más cruel. Elisa, la guatemalteca, nos lo había dicho. "Es el más cruel".

¿Se llamaba Elisa? ¿Cómo se llamaban todos? Elisa había dejado a sus hijos en Centroamérica. Y Manuel era el hondureño, me parece. Y había otro chico con nombre extraño. Quizá Yónder.

Pero ¿dónde están todos?

La experiencia la provoca, en complicidad con Emmanuel Lubezki, Alejandro González Iñárritu, el multipremiado cineasta mexicano que dejó reposar su materia para entrar en una nueva aventura: la inmersión en realidad virtual a través de Carne y arena, instalación que traslada al espectador al desierto de Arizona, haciéndolo partícipe del infierno.

El visitante estará ahí. Sentirá incluso afinidad. Angustia y horror. Pero...

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