Más que indignación

(Embargada para sitios en internet hasta las 24:00 horas locales)Francisco Valdés UgaldeEL UNIVERSALLa indignación por los efectos del combate al crimen organizado es legítima y sintomática. Javier Sicilia, agraviado y justamente indignado, reclama a la clase política su ineptitud, su alejamiento de la sociedad y su ceguera ante las dimensiones de lo que ocurre con la violencia organizada por el crimen organizado. Muchos han hecho suya su voz o, mejor aún, en su voz se han identificado muchos que están hartos. No es para menos.Las ideas que identifico en la protesta de Sicilia son: "¡ya párenle!", "vuelvan a sus códigos" y "hagan su trabajo". Además sugirió una política exterior: dejar que los gringos "se llenen de mierda". En síntesis, que gobierno y narcos pacten para que aquel respete las rutas que estos usan hacia el norte. Este sería el mal menor.Con todo el respeto a esta postura, debo decir que disiento de ella. La condolencia y la solidaridad no pueden constituirse en un nuevo altar a la ceguera.Concediendo que los cárteles y las Fuerzas Armadas son causa, cada uno por separado y con diferentes responsabilidades, de la violencia que afecta a la sociedad, a los inocentes, es dudoso que un pacto con los primeros la erradique. Los propios cárteles han sembrado una nueva estrategia que dejó atrás, hace al menos dos décadas, el que México fuera un territorio de paso para convertirse en un mercado de consumo.El secretario de Salud ha señalado que las posibilidades de que un joven consuma drogas ha crecido en 50% en los últimos 30 años. A los cárteles de la droga se han agregado las organizaciones que comercian en el mercado interno desde gran escala hasta menudeo, de lo que no se ocupan directamente los cárteles. Hay ciudades del país en las que los narcomenudistas pelean su terreno manzana por manzana, barrio por barrio, contra otras bandas que se dedican a lo mismo y que compiten entre ellos. Y están armados, matan y son matados.El tráfico de armas hace también lo suyo, y no solamente el de los que llevan a cabo operaciones en gran escala para compradores de volúmenes grandes, sino los que surten a los "microempresarios" de la droga, del secuestro, de la extorsión y a los compradores "inocentes" cuyo objetivo es protegerse.Si lo anterior es cierto, no hay pacto que detenga la violencia, a menos que toda se le adjudique a los grandes cárteles que, suponemos, serían los únicos que acaso hayan conocido un "código de honor".Otras...

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