Sobreaviso/ Indecisión y revanchismo

AutorRené Delgado

Indecisión y revanchismo, miopía y mezquindad, acompañados de un pueril y pobre concepto de la política, comienzan a caracterizar al sexenio y amenazan con convertir una oportunidad democrática en un problema de gobernabilidad.

La tensa relación entre los poderes Ejecutivo y Legislativo, que esta semana tuvo expresión en el arraigo del presidente de la República, revela algo más que el impedimento del mandatario para salir al extranjero. El gobierno y los partidos políticos tergiversan el sentido del voto del 2 de julio, el mandato que les dio la ciudadanía. Ambas instancias pervierten el sistema de pesos y contrapesos que el electorado escogió para darle equilibrio y balance al régimen político; en un concurso de ineptitudes, en revanchas sin sentido y en un absurdo torneo de fuerzas que, cuando no prensa a la ciudadanía, paraliza al país, dejándole en el ridículo frente al extranjero.

La Presidencia de la República y el Congreso de la Unión juegan con el electorado y ponen en riesgo al país. La responsabilidad es grande y más todavía si, en el fondo, lo que están desarrollando es una precipitada y torpe precampaña electoral negativa con la vista puesta en el 2003, haciendo de la zancadillas su mejor recurso.

La ineptitud y la incapacidad del gobierno y los partidos políticos para hacer política obliga a reflexionar sobre lo absurdo que resulta pretender respaldar a uno o a otro poder. A ninguno le asiste la razón. Ni el presidente de la República es una blanca paloma ni los congresistas son unos negros halcones. Ambos son incapaces de emprender el vuelo. Ambos poderes están ofreciendo un espectáculo que podría justificarse sobre la base del estreno de la democracia, pero ese argumento se derrumba al ver el precipicio al que llevan al país.

Lo que se pierda o se deje de hacer a raíz de la cancelación de la gira presidencial por Canadá y Estados Unidos, es poco frente a lo que podría perderse si ambos poderes, si los partidos, y si los poderes y los partidos no encuentran un punto de entendimiento que deje de tomar a la ciudadanía y al país como su rehén. La clase política en su conjunto ha secuestrado la voluntad popular y ese error -por llamarlo de alguna manera- no puede quedar impune.

Si el gobierno y los partidos políticos no advierten que están jugando con un cartucho de dinamita social y siguen empeñados en arrojárselo entre ellos para ver a quién le estalla en las manos, deberían tomar nota de que la explosión terminará por vulnerar...

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