Escenarios/ Incierto vuelo del concepto al gesto

AutorLuz Emilia Aguilar Zinser

En su novela A Clockwork Orange, Anthony Burgess cabalga en las borrascas de la violencia, azuzado por preocupaciones éticas, teológicas, morales y políticas.

A partir de su contacto con los excesos de los adolescentes ingleses hacia fines de los 50 -y luego de un viaje a la Unión Soviética donde encontró la misma efervescencia destructiva en los púberes-, crea un universo literario de pandilleros con su propia manera de hablar, el nadst, un lenguaje que inventa con mezcla de ruso, voces gitanas, caló inglés y nortamericano. Con este potaje de palabras, el escritor logra en su natal inglés consistencia rítmica y emotiva, con sabor cockney.

Alex, el protagonista, tiene dos fascinaciones: la música y la ultraviolencia: De Mozart lo provocan las sinfonías 40 y la 41; de Beethoven, la Novena. Celebra a Bach, Haendel, Birdman. Cuando entra en la edad de la responsabilidad, en el simbólico capítulo 21-aquel eliminado de la versión neoyorquina-, el personaje se imagina padre de familia y su predilección por la turbulencia orquestal cede el paso a las "canciones románticas, lo que llaman Lieder".

Antes de alcanzar el buen juicio, el rufián sale hacia la noche a tomar cocteles de leche y droga, para emprender enseguida, en compañía de sus droogs, golpizas y violaciones contra transeúntes y personas resguardadas en sus casas en las afueras de la ciudad. Tras dar muerte a una mujer, lo detiene la policía.

El Gobierno en turno quiere hacer propaganda electoral con la aplicación de un método antiviolencia que recuerda el conductismo de B.F. Skinner, con antecedentes en el famoso experimento de los perritos de Pavlov.

Un hombre que no puede elegir, deja de ser hombre, dice al impetuoso Alex el capellán de la cárcel cuando el muchacho se muestra interesado en ser conejillo de indias de esos tratamientos a cambio de su "libertad". En la raíz de las preocupaciones del párroco y del propio Burgess tenemos la controversia teológica entre predestinación y libre albedrío, es decir, entre el pensamiento de San Agustín y Pelagius. Las especulaciones éticas se vuelven políticas cuando uno de los personajes, F. Alexander -el autor de A Clockwork Orange en la propia novela-, afirma al joven "rehabilitado": "Ya no estás en condiciones de elegir. Estás obligado a tener una conducta que la sociedad considera aceptable. Y eres una maquinita que sólo puede hacer el bien. Comprendo claramente el asunto, este juego de los condicionamientos marginales (...) se empieza de a...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR