Le imponen oficio

AutorVania de Dios

De cara delgada, tez blanca y una cachucha que tapa sus canas, don Alfonso aún se molesta, se entristece y luego sonríe al contar lo que le ha pasado durante sus 82 años de edad.

Nació en Colima, en 1921. Junto con su familia, llegó a Guadalajara poco después de terminar sexto de primaria. En esa época no había grandes camiones de mudanza como ahora; sus muebles y equipaje los enviaron días antes en tren.

"Nosotros íbamos en un vagón. Eran normales, había de primera y de segunda. Los de primera tenían los asientos acolchonados y muy bonitos; los (vagones) de segunda eran de madera, pero no eran muy cómodos", asegura don Alfonso Munguía Cárdenas.

"Nos venimos porque un hermano estaba aquí en Guadalajara y él tampoco quería hacer fustas, nos decían fusteros, él quería ser otra cosa y aprendió la cuestión de la mecánica, él era un tornero muy bueno", explica.

Desde niño le gustó mucho subirse al tren y en Guadalajara lo que más disfrutaba era viajar en tranvía. Recuerda que eran de color anaranjado y su preferido era el que llegaba hasta San Pedro Tlaquepaque.

"Al principio los jalaban unas mulitas, pero no eran como las carretas sino un vagón que lo jalaba unas mulas. Después salieron los que caminaban con luz (eléctrica), de esos con cables. Me gustaban los tranvías porque se viajaba reagusto, como ahora en el tren (eléctrico)", cuenta y sonríe por el recuerdo.

"No hacía mucho de camino, eran como siete kilómetros lo que viajaban. A uno de mis hermanos le tocó manejar uno, pero cuando eran de mulitas", presume emocionado don Alfonso, mientras aprieta en la mano derecha una bolsa negra con medicinas.

A su familia la conocían como los "fusteros" porque su papá y hermanos se dedicaban a hacer sillas de montar. Don Alfonso estudió hasta sexto de primaria, siempre quiso tener otra profesión, pero su padre no lo dejó.

"Ese trabajo no me gustaba porque se trataba de hacer los fustes con madera y luego había que hacer desde escoger y cortar el árbol; era muy laborioso todo. Ibamos a jardines a cortar la madera, pero ya después las comprábamos en las madererías. Es que como tumbábamos el árbol, estaba ahí la Forestal nada más al pendiente para ver en dónde se cortaban uno".

Los negocios de hace más de medio siglo eran familiares por órdenes del papá y eso a don Alfonso no le agradó, dice todavía molesto por su vida de "fustero".

"Fuimos 10 (hijos), seis hombres y cuatro mujeres, nomás que una mujer se murió a los seis años, se llamaba Carmelita. Las...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR