La imagen oculta

AutorSergio R. Blanco

Reverberadas como un eco desde finales de los años 20 hasta la actualidad, unas 50 fotografías constituyen el universo icónico de la Revolución mexicana. Estas pocas tomas glorificadas en el imaginario integran un corpus que ha condenado a la desmemoria a otros cientos de miles de imágenes conservadas del conflicto revolucionario iniciado en 1910.

Sólo en archivos públicos de México y Estados Unidos, el investigador Miguel Ángel Berumen calcula que existen al menos 300 mil fotografías no repetidas.

Los segundos del 6 de diciembre de 1914 que Francisco Villa permaneció sentado en la silla presidencial al lado de Emiliano Zapata en el Palacio Nacional (en una fotografía de Agustín Víctor Casasola) son probablemente el instante más repetido de la Revolución. Entre las otras imágenes que habitan hoy en la mente de un mexicano medio está también el semblante solemne de Zapata de pie con un gran sombrero el día de su entrada a Cuernavaca en mayo de 1911 (captada por un fotógrafo desconocido); Francisco I. Madero recibido en la misma ciudad por las fuerzas zapatistas en junio de ese año (Estudio Casasola); o Pancho Villa a caballo al frente de sus hombres antes de la batalla de Ojinaga en enero de 1914 (atribuida a John Davidson Wheelan).

"Las fotografías olvidadas siguen teniendo mucho que decir. En la medida en que nos empeñemos en verlas como documentos históricos van a ir revelando informaciones nuevas", considera Berumen, director de investigación del libro México: fotografía y Revolución (Fundación Televisa, 2009), proyecto en el que también participaron Claudia Canales y Marion Gautreau a lo largo de un año y medio.

En la constelación de 300 mil tomas que consultaron los especialistas, fueron identificados 305 fotógrafos. Como parte de la investigación, los historiadores examinaron, además, 500 libros que contenían imágenes de la Revolución y establecieron la siguiente constante: una cincuentena de imágenes -ubicadas en el anexo final del volumen- siempre se repetía en casi todos los impresos: retratos de caudillos y presidentes, pero también paisajes, desfiles, tropas en marcha, "adelitas", "juanes", ahorcados, muchedumbres rurales y urbanas con sombrero. Llamaba la atención la poca presencia de la guerra y las muchas imágenes de principio y fin de batalla. Ésta es la cara más visible de la iconografía revolucionaria.

La cara oculta es el propio vacío, es decir, aquellos acontecimientos de los que no hay testimonios fotográficos porque no...

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