Humberto Musacchio / Diez años de TLC

AutorHumberto Musacchio

Eran los días en que corría la champaña para celebrar el ingreso de México en la Organización Mundial de Comercio -el club de los ricos- y la aprobación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte por el Senado había generado una larga serie de brindis y un optimismo desbordado que se advertía en el aire exultante con que la pandilla gobernante recibía el año nuevo.

Cinco años antes, Carlos Salinas de Gortari había llegado al poder bajo ensordecedoras acusaciones de fraude. Por todas partes aparecía pegada la calcomanía con su silueta en un círculo atravesado por una línea diagonal y abajo la leyenda contundente: "El usurpador". En un disputado proceso, los órganos electorales, controlados cabalmente por el gobierno priista, ante el alud de votos en favor de la oposición habían informado de la supuesta "caída" del sistema de cómputo, el que se volvió a poner en funcionamiento una vez que los alquimistas del PRI habían trocado la repulsa pública por supuestos votos en favor de su candidato.

Nadie se tragó que Salinas hubiera ganado aquellas elecciones. Ni siquiera los intelectuales a su servicio se atrevieron a afirmarlo y, con cierto pudor ante lo evidente, decían que nadie podía exhibir cifras irrefutables. Ya en la Presidencia de la República, Salinas desplegó sus afanes en busca de legitimación. Para desarmar al PAN, puso en juego las llamadas "concertacesiones", acuerdos políticos en los que el gobierno priista aceptaba ceder posiciones a cambio de reconocimiento. De esta manera el PAN tuvo en 1989 a su primer gobernador, Ernesto Ruffo, y tiempo después, a propuesta de Diego Fernández de Cevallos, la Cámara de Diputados aprobó con la mayoría incontrastable de priistas y panistas quemar las boletas de la elección de 1988, con lo que se eliminaba la posibilidad de probar el fraude.

En los años siguientes Salinas se dedicó a recomponer su desvaída imagen. Pese a su falta de legitimidad, pudo llevar adelante su proyecto antinacional sin mayor oposición gracias a un eficaz control de los medios de comunicación, que un día sí y otro también le quemaban incienso por su implacable desmantelamiento del país, proceso que era aplaudido con fervor en Estados Unidos, donde le llovían los premios, doctorados honoris causa y otros reconocimientos por su labor antimexicana.

Salinas puso en práctica la política más abiertamente proestadounidense desde los años de Antonio López de Santa Anna. No le alcanzó el sexenio para vender territorio...

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