Hotel Dar Dhiafa, Túnez: Jardín del Mediterráneo

AutorAlonso Vera

Territorio de nómadas y bereberes desde tiempos inmemoriales, la isla de Djerba despunta de las costas tunecinas como un preciado tesoro; aquí hallaron en sus tierras planas y fértiles el sitio idóneo para hacer vida lejos del desierto.

Sin embargo, su posición en el corazón del Mediterráneo no le fue ajena a los marinos cartaginenses ni a los mercantes bizantinos, y sus bondades la convirtieron en un oasis para las tropas romanas y en refugio de judíos exiliados de Tierra Santa. Se dice que fueron ellos quienes, por sus frutos, pescados, aceite de oliva y vinos que allí producen, la nombraron como el "Jardín del Mediterráneo".

Y toda esta mezcolanza de convidados influyó en sus costumbres y pautó la arquitectura que decora sus puertos y poblados, enmarcados todos por el verde de sus palmerales, el marrón de sus dunas y el blanco de sus templos encalados que contrastan con el azul profundo cielo y mar.

Con todos esos ingredientes, no es de extrañar que los marinos que acompañaron a Ulises durante su Odisea se dejaran dominar por los efectos de las mieles que describiese Homero. Y mucho trabajo les costó dejar atrás esta isla en donde, ahora, el hotel Dar Dhiafa surte el mismo sortilegio en el visitante moderno.

La Bella de Erriadh

La isla resguarda al menos 12 localidades mayores o ciudades esparcidas. Y nuestra exquisita propiedad a reseñar se ubica en esta serena población que, de entrada, nos reserva una gran sorpresa: la sinagoga de La Ghriba.

Se trata del templo judío más antiguo fuera de Israel, ya que el edificio original se construyó en el 586 a.C. por judíos que huían de Nabucodonosor. A pesar de sufrir los estragos de la historia, ha sido restaurado continuamente y aún hoy es apodado como "la bella".

Su visita representa una importante peregrinación que permite admirar delicadas filigranas y uno de los ejemplares más antiguos del Torá, enmarcado en un ambiente de misticismo y contemplación donde todavía se llevan a cabo viejos ritos y celebraciones.

Pero con el transcurso de los años, y más aún desde la fundación del estado de Israel, la comunidad judía ha ido migrando poco a poco, dejando sólo unos 700 miembros que viven agrupados en torno al santuario. Y aun cuando viven un estilo de vida muy tradicional, son muy abiertos para con el visitante.

Por ello, no es de extrañar que uno sea bienvenido a sus talleres artesanales de barro y madera, o que una taza de té se convierta en la excusa para escuchar historias preservadas por...

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