La hora del espanto

AutorJuan Carlos Hidalgo

Hace tiempo en estas mismas páginas acotamos la gestación y desarrollo de dos tendencias de la música electrónica contemporánea. Por una parte, el hedonismo pacifista de la Tectonic francesa, que recicló el high energy y el break dance; mientras que en el Reino Unido los momentos previos a la llegada del amanecer reclamaban por una electrónica lenta que redujera el pulso cardiaco, que ralentizara el ritmo y engordara aún más los bajos, a la que conocemos como Dubstep. Cada una ha seguido distintos procesos evolutivos, pero ha sido la segunda la que sigue entregando obras destacadas; para no ir más lejos, el año pasado nos ha dejado el Crooks and Lovers (Hotflush), de Mount Kimbie, y el epónimo de Magnetic Man (Columbia), donde confluyen tres de sus grandes figuras (Skream, Benga y Artwork). No falta quien anuncie ya un periodo postdubstep, con lo que se evidencia que el subgénero sigue para adelante.

Parecía que Norteamérica se mantenía a la saga de propuestas electrónicas que revistieran cierto riesgo y visos de originalidad, hasta que durante 2010 comenzaron a emerger mediáticamente una camada de agrupaciones que decidieron reducir aún más la velocidad de las piezas, dotarlas de atmósferas enmarañadas y llenarlas de referencias varias a la temática religiosa y las historias metafísicas (de terror y fantasmas principalmente).

El disco más sobresaliente de un exabrupto al que han nombrado -no sin gran polémica- como witch house es King Night (IAMSOUND) de Salem (un trío de Michigan). Cuando se pregunta acerca de la sensación que provoca escuchar algo como esto, ha sido el periodista Juan Cervera quien mejor lo describe: "el pellizco de la asfixia y el miedo, de la suciedad y la impotencia, de la poesía y de la muerte".

¿De qué va musicalmente? Líneas de sintetizadores viejos, voces que recitan textos como provenientes de ultratumba, bajos profundos, alguno que otro inserto de cantos gregorianos, reverencia al cine de David Lynch y bajos profundos aunados a un flujo de electricidad crepitante. Los críticos señalan que aquí caben elementos góticos, industriales, ambient y de black metal, incluso.

Esta tendencia se fue gestando desde sellos minúsculos -casi con calidad casera- y pequeñas poblaciones; de hecho, Heather Marlatt, John Holland y Jack Donogohue (Salem) son residentes de Traverse City y apenas tratan de asimilar la reciente notoriedad, que en el verano los llevará al Sónar barcelonés, entre otras citas del circuito festivalero.

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