Honran espíritu protector

AutorÁlvaro González

Fue un caso raro.

Miembro de la segunda generación de estudiantes de arquitectura de la Universidad de Guadalajara, el arquitecto Gonzalo Villa Chávez no quiso seguir el ejemplo de la mayoría de sus compañeros que, con sus obras, empezaron a darle a la ciudad un espíritu contemporáneo a través del movimiento moderno.

Villa Chávez prefirió ir a contracorriente en una época en la que Guadalajara comenzaba a aniquilar buena parte de su patrimonio arquitectónico y urbano, y decidió especializarse en la restauración.

Hoy será recordado en el décimo número de la serie Monografías de Arquitectos del Siglo 20 en Jalisco, que se le dedica a su vida y obra, y que será presentado a las 19:30 horas en el Palacio de Gobierno, precisamente uno de los edificios por él restaurados.

Contrariado por lo que pasaba a su alrededor, el arquitecto siempre afirmó que no se encontraba a gusto y en su lugar; incluso trabajó en el taller de Luis Barragán, pero tampoco se halló, por lo que viajó a Italia, donde estudió restauración en el Instituto de Arquitectura de Venecia.

"Él siempre decía que no se encontraba y por eso se fue. Todo eso le ayudó a armar un discurso que se relaciona con la idea de los grandes intelectuales del sur del Estado de Jalisco, como Juan Rulfo o Juan José Arreola, que revalorizaban lo local como una forma válida de llegar a lo universal".

En Venecia, afirma Ignacio Gómez Arriola, autor de la monografía con la que ganó el premio nacional Francisco de la Maza a la mejor Investigación en el 2006, trabajó y conoció a Carlos Scarpa y Piero Gazzola, dos de los restauradores italianos más relevantes.

Este último presidió el comité de redacción en 1964 de la Carta Internacional sobre la Conservación y la Restauración de Monumentos y Sitios, mejor conocida como Carta de Venecia, uno de los documentos fundamentales que articuló la nueva teoría y práctica en esta materia.

Gazzola lo invitó a intervenir edificios en Venecia y lo nombró coordinador de un grupo de restauradores de edificios religiosos en el puerto, formando parte del Instituto de Arquitectura de esa ciudad.

"Gonzalo Villa nos deja un gran legado en la práctica y el discurso en relación a la restauración. A partir de su regreso de Italia, se empieza a tomar consciencia de que no se debe destruir el patrimonio y que se tiene que conservar. Él es el punto de inflexión de este proceso de destrucción de la Ciudad"...

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