Homero Aridjis / ¿Corrupción o conservación?

AutorHomero Aridjis

Es incomprensible que año tras año varios países y organizaciones no gubernamentales tengan que unirse para defender a las ballenas de sus tradicionales y enconados enemigos: Japón, Noruega, Islandia, y algunas islas mercenarias del Caribe y del Pacífico Sur, así como a algunos países africanos, prontos a vender inmoralmente su voto. A los japoneses que alegan que la tradición de su país es la de matar y comer ballenas, se les puede contestar que las ballenas tienen también su propia tradición, la de vivir, y sobrevivir, como individuos y como especie. Después de tantos intentos fallidos de las naciones balleneras por echar abajo su protección durante las reuniones anuales de la Comisión Internacional Ballenera, ojalá que invirtieran sus esfuerzos, y sus dineros, en causas más justas y no en la depredación de uno de los animales más fabulosos que existen en los océanos terrestres. Pero no, allí están Japón, Noruega e Islandia, tratando de acabar con la moratoria y lanzarse a la orgía idiota de matar a los cetáceos. Entre los tres han matado más de 25 mil ballenas desde 1986, todo en nombre de una tradición obsoleta, que si la cancelan no les hará ningún daño ni a su economía ni a su estómago, pues disponen de otras alternativas alimenticias como pocas gentes en el mundo. O sea, que los habitantes de esas ricas naciones no caerán en la pobreza ni se morirán de hambre por dejar de matar ballenas. El problema es que creen que a base de repetir sus ofensivas y sus estratagemas reunión tras reunión de la Comisión Internacional Ballenera (CIB), algún día lograrán imponerse a la buena voluntad de millones y millones de seres humanos. Estuvieron a punto de lograr su propósito en la última reunión de la CIB, en Sorrento, Italia el mes pasado. Dios guarde a las ballenas de enemigos tan tercos.

En 1986, los países miembros de la CIB aprobaron la moratoria a la caza de ballenas. Sin embargo, bajo el pretexto de la ciencia, a partir de 1987 los balleneros japoneses han matado anualmente hasta 700 ballenas, sobre todo de la especie minke, a la cual un funcionario japonés calificó de "cucarachas del mar". Ha pasado más de medio siglo desde que la escasez aguda de alimentos tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial llevó a los japoneses a comer ballena. Actualmente lo que escasea en Japón es el gusto por esta carne, pero el gobierno de aquel país no ceja en sus esfuerzos para echar abajo la moratoria. El programa japonés de investigación científica...

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