Los hombres del vidrio

AutorDaniel de la Fuente

Editora: Rosa Linda González

"Ya, estás trabajando", le dijeron a Jaime Sierra Ramos el 8 de mayo de 1958, al pisar por primera vez Vidriera Monterrey.

Él rondaba los 30 años. Ahora tiene 80 y está jubilado.

Su vida, como la de muchos, ha caminado junto a esta fábrica, hoy centenaria, ubicada en Zaragoza y Magallanes.

"Los techos eran de lámina, bajos, acumulaban el calor, porque las máquinas estaban con el vidrio a mil grados. Era un tormento", dice sobre la Vidriera que halló, y donde se producía un millón de envases diarios para bebidas, perfumes y medicinas.

Lo pusieron de jefe de 800 obreros para 32 máquinas. Al tiempo, lo elevarían a técnico botellero y viajaría por México y Centroamérica cuando Vidriera abrió filiales, en la transición de lo mecánico a lo eléctrico, por lo que capacitaba a gente que se contrataba en pueblos para sacarle la vuelta a los sindicatos.

"Eran campesinos y había que enseñarles hasta qué era un tornillo", sonríe.

Como la gente faltaba por cualquier pretexto, una vez manejó él solo dos máquinas por dos turnos de ocho horas.

"Éramos parte del engranaje", dice orgulloso.

Para los 80, la producción se elevó a 4 millones diarios de frascos. Jaime, padre de siete hijos, habla de máquinas de triple cavidad, mayor velocidad y precisión.

"Teníamos clavada en la mente, en el corazón, la productividad".

Los viajes de capacitación en otras plantas lo llevaron a Egipto, Japón, Europa y Estados Unidos.

Un infarto, si embargo, le hizo una señal de advertencia.

Luego, planeó un área de capacitación de alto nivel, en Vidriera, que una reestructura económica detuvo indefinidamente.

"No hay ahora material que sea superior al vidrio", sentencia y contempla, a lo lejos, la fábrica que en su historia y en la de la Ciudad linda con el mito.

Gracias a gente como Jaime, la Vidriera creció y se volvió lo que hoy es: el corazón de la trasnacional Vitro.

Fundada el 6 de diciembre de 1909 para envasar cerveza, lo que empezó con un horno y dos máquinas se volvió con el siglo 20 un emporio que lo mismo produce envases que vidrio para edificios y autos.

Sus plantas, en varias partes de México y el mundo, llevaron a Vitro a amasar una influencia y fortuna considerables. No se puede entender la historia de Monterrey sin ella, sin Cemex, Alfa o Cervecería.

Su despegue se dio bajo el mando de Adrián Sada Treviño, recientemente fallecido, y de sus hijos, Adrián y Federico.

Atraídos por su bonanza, muchos querían entrar a la empresa. Uno de...

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