El hombre que mira a las galaxias

AutorDiana Saavedra

FOTOS: CARLOS FIGUEROA

La historia de la Astronomía en México estaría incompleta sin la figura de Arcadio Poveda, promotor del Observatorio Astronómico Nacional San Pedro Mártir y pieza clave para el estudio de las galaxias.

Nacido en Mérida, Yucatán, el 15 de julio de 1930, Poveda recuerda que en su juventud caminaba por la playa de Puerto Progreso al lado de su padre, quien le hablaba sobre la vía láctea, las estrellas fugaces y los objetos conocidos, hasta entonces, del universo.

-Me llamaban mucho la atención las trazas que dejaba el mar en el puerto y cómo variaban éstas de acuerdo a las fases de la Luna -recuerda desde el sillón de su casa, que se ha convertido en los últimos tiempos en su refugio y oficina. Por cuestiones de salud, son pocas las ocasiones en que acude al Instituto de Astronomía de la UNAM.

Al terminar la preparatoria, en la Universidad de Yucatán, no tenía idea de cómo seguir sus estudios para estudiar Física, sólo la idea de que, al igual que Madame Curie, quería llegar a París.

-Cuando se lo comenté a mis padres, naturalmente me tildaron de loco. Era la época de la posguerra y las condiciones no eran muy favorables ni en París ni en muchas ciudades europeas -narra el astrónomo.

En esa época (la década de los 40) el gobierno de Yucatán invitó a científicos e intelectuales a ofrecer charlas de diversa índole a Mérida, y entre los asistentes estaba Carlos Graef Fernández, especialista en el estudio del campo magnético de la Tierra, la gravitación y la teoría de la relatividad.

Fue él quien sugirió a Poveda viajar a la Ciudad de México para estudiar en el Palacio de Minería, sin la necesidad de ir a Francia, pues hacía poco tiempo, la Universidad Nacional había creado la Facultad de Ciencias, donde se podía estudiar Física y Matemáticas, además de que se construía, en ese entonces, el Observatorio de Tonantzintla, en Puebla.

Hospedado por unos tíos maternos, el joven Arcadio llegó a la Ciudad de México en 1948.

- Todos los días tomaba el Roma-Mérida-Chapultepec, la línea de autobuses que me llevaba hasta Tacuba. No apreciaba en ese momento la belleza y grandeza de ese edificio, pero no me cabe duda que algo de ese bello edificio se quedó conmigo -dice, y suelta un suspiro.

De hecho, fue el único de su generación que logró graduarse, por lo que en el último año era ayudante del Observatorio de Tacubaya, dirigido por Guillermo Haro, quien de cuando en cuando lo visitaba para ver cómo le iba.

En su último año de estudios...

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