El hombre discreto que supo volar bajo

AutorREFORMA / Staff

No andaba en automóviles exóticos, no llevaba una vida de excesos, ni siquiera traía guardaespaldas y quienes lo conocían se refieren a él como un hombre amable.

Genio y figura hasta su detención. Policías de la Agencia de Investigación Criminal acudieron la tarde del jueves 20 de julio al punto indicado tras las pesquisas de inteligencia. El objetivo estaba en una fonda tradicional, "Las Originales Hermanas Coraje", en la avenida Vallarta de Zapopan.

A la distancia vieron a un sujeto con una camisa de cuadros, sin corbata, barba entrecana, en compañía de otra persona en una plática normal.

Tenía un vaso de agua fresca y un flan. En "Las Hermanas Coraje" se come como en casa. No es un restaurante pretencioso sino de antojitos, buenos guisados y tortillas grandes.

Era Raúl Flores Hernández, considerado por el Departamento del Tesoro estadounidense como jefe de una red criminal de narcotráfico y lavado de dinero. Pasaba como uno de tantos.

Con el pelo ligeramente teñido, después de pagar la cuenta, acudía a la salida del restaurante cuando fue sorprendido por los policías. No opuso resistencia. Le notificaron el motivo de su detención: era requerido por una Corte Federal de Columbia por el delito de asociación delictuosa para distribuir 5 kilogramos o más de cocaína.

Andaba por la zona común de desplazamiento. Por colonias de clase media alta en Zapopan. No muy lejos, a unos 3 kilómetros y medio, de una de sus propiedades en Puerta del Bosque.

"Siempre fue un cuate que lo veías normal, amable, y aunque no sabías exactamente de dónde venía su dinero, no te imaginabas que fuera un capo como el que describen ahora", señala una persona allegada.

A Flores Hernández lo recuerdan porque hace treinta años traía fayuca de Estados Unidos y la ofrecía en los tianguis; de ahí obtuvo dinero para construir una residencia en la calle Piotr Tchaikovski, en La Estancia, también en Zapopan.

Pero con el TLC la fayuca perdió sentido. Y su vida dio un giro. Sus amigos no sabían ya de dónde procedía su dinero.

Siempre ha sido un enamorado del futbol, más de jugarlo que de verlo; organizaba cascaritas en granjas, terrenos de amigos y en sus instalaciones del Club Morumbí.

"Por ahí veías a sus amigos, futbolistas y políticos, pero nunca algo que te hiciera pensar que se trataba de algo ilegal, siempre fue un gran anfitrión", refiere otro de sus amigos.

A Flores Hernández sólo le conocían una debilidad: le encantaban las mujeres jóvenes. Era común verlo acompañado de...

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