Hojeando / Caras de guerra

AutorDaniel de la Fuente

Un saldo de guerra no es sólo el recuento de sus vidas perdidas, sino también el de sus historias. Arrebatadas, las víctimas pasan al estadio de quienes no se recordará, porque nunca hubo quien narrara los sucesos. Desenlace doblemente fatal.

Judith Butler, pensadora social estadounidense, habla al respecto en el libro Marcos de Guerra. Las Vidas Lloradas (Paidós), pero no sólo analiza el ángulo poderosamente negativo de borrar existencias, sino de cómo priva una orquestación en clases políticas y medios de comunicación para distinguir a vidas dignas o no de duelo.

La también teórica feminista analiza esto a partir de las guerras libradas por Estados Unidos y cómo, aunado a la maquinaria bélica, hay un discurso con miras a señalar a pueblos que no aceptan las normas occidentales. Los que no merecen ser llorados. Esto, que en un principio podría asumirse como la argumentación de quienes descubren moros con tranchete en todas partes, es peor que eso: está sutilmente naturalizado e, incluso, lleva a la indiferencia ante ciertos contextos de violencia en la vida cotidiana.

Afirma Butler a partir de los velatorios públicos realizados en Estados Unidos en los años iniciales del sida, erigidos contra la vergüenza pública asociada a morir de esa enfermedad: "¿Qué ocurriría si los muertos en las guerras fueran llorados de una manera igual de abierta? ¿Por qué no se nos facilitan los nombres de todos los muertos de la guerra, entre ellos los muertos por acción de Estados Unidos, de los cuales nunca tendremos una imagen...

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