Hogar, dulce hogar

Cuando Ricardo se marchó a Estados Unidos, hace cuatro años, en busca de dinero y un estilo de vida más intenso, nunca imaginó que en cuestión de meses extrañaría a su país, su música, su comida, sus lugares preferidos, su gente, esa monotonía que tanto detestaba y por la que emprendió su viaje al otro lado.

Y es que, como relata Ricardo, desde que tenía 15 años de edad (actualmente tiene 30), comenzó a trabajar como carpintero junto con un vecino que le enseñó el oficio. Durante 11 años estuvo visitando casas de gente de la alta sociedad en México, reparando o construyendo muebles.

Pero ese no es el problema, de hecho desempeñaba con gusto su oficio. Lo molesto era la rutina en que cayó con el paso de los años; ya que, a pesar de que con frecuencia se divertía con sus amigos en pachangas y conciertos, las actividades que realizaba durante la semana, las llevaba a cabo como si su vida estuviera programada.

"Casi casi ya sabía lo que iba sucederme en un día; ya no había esa magia e inquietud por lo inesperado.

"Entonces, a uno de mis amigos que tenía el mismo concepto de la vida que yo, me sugirió que nos fuéramos a Estados Unidos para trabajar allá, donde nuestros oficios -él es plomero-, son muy solicitados por los 'gabachos'. No lo pensé dos veces. Juntamos dinero para el pasaje y nos fuimos".

A Ricardo le fascina la música extranjera, el rock en particular; por eso, cuando abandonó su casa, no tuvo remordimiento alguno de dejar su patria, de la cual lo que más le gustaba era el tequila y las cosas que más odiaba eran su música, su cine, Raúl Velasco, grupos étnicos, en fin, todo lo que llevara la etiqueta del orgullo mexicano.

Estaba ansioso de abandonar México lo más pronto posible y con ello sus costumbres. Para tener que cruzar a tierras estadounidenses, él y su amigo tuvieron que pasar por Tijuana, donde, mientras conseguían un coyote honesto que los llevara a la tierra de Mickey Mouse, permanecieron un par de semanas haciendo una que otra chambita para los paisanos de aquel lugar.

"Como allá en Tijuana abundan los antros, visitamos en varias ocasiones algunos de ellos, de donde me llamó mucho la atención la actitud de la mayoría de los individuos que los frecuentaban, pues por lo regular eran hombres solos que indudablemente estaban lejos de su casa y por lo que intentaban ahogar con alcohol su nostalgia", dijo en tono serio.

"Estoy seguro de ello...

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