...¿Y si la historia hubiera sido así?

AutorRaymundo Zamarripa

Fotos: Miguel Larrauri

¿Quién entiende a México y a los mexicanos? El que se atreva a buscar el hilo que desentrañe dicho misterio muy probablemente termine su aventura con demasiadas dudas y un gran dolor de cabeza.

Y es que, desde cierta perspectiva, la realidad del País es un alucine.

Por lo menos así es como una parte de nuestra historia es vista por la obra de teatro El Mural, que se presenta actualmente en el Casino Metropolitano de la Ciudad de México.

En ella, el cinismo y lo estridente son los tonos de una farsa carnavalesca, irónica, cómica, trágica, musical y multimediática que desempolva a tres figuras centrales de lo mexicano.

En el relato, al caer de un andamio, Diego Rivera (Alexis Braulio) alucina que pinta un mural sobre el matrimonio de Moctezuma II (Pedro Kóminik) y Hernán Cortés (Daniel Martínez). Ni más ni menos.

Y además de mostrar de forma corrosiva el génesis del País, hace un juego de referencias con los sucesos que están ocurriendo en el momento actual, con las oportunidades y ciclos históricos que se le ofrecen a nuestra sociedad y que, según muestran los hechos, quizá no hemos sabido aprovechar.

"El montaje es agresivo, es subversivo, es violento; es para provocar un sacudidón a través de este tono sarcástico e irónico", explica Braulio en entrevista.

El Rivera al que da vida está alejado de la imagen de él con Frida y los alcatraces; por el contrario, muestra al artista enfrentándose a un mundo hostil, en el que se establece como un ente transgresor que, entre sus contradicciones, da origen a la estética de lo mexicano.

"Él lanza su postulado diciendo que lo feo es lo bello, y son unos postulados muy ching..., por ejemplo cuando dice: '¿Alguien sabe lo sublime que es lo feo?'. A Darwin me lo manda la ching...; dice que él está loco porque (en realidad) el hombre desciende del sapo", exclama el actor.

HASTA QUE LA MUERTE LOS SEPARE

Pero si ver a Rivera convertido en un "Hombre Sapo" que por momentos canta y baila resulta inquietante, quizá lo sea más imaginar la boda entre el tlatoani azteca y el conquistador español que se fragua en la mente del muralista; hecho que, si lo pensamos, pudo haber ocurrido por lo menos de manera simbólica.

"Uno de los planos de lectura de la boda es la fusión de dos mundos, que resulta en el nuestro pero no deja de ser, en este momento sociopolítico de la Ciudad de México, (la imagen de) dos hombres contrayendo matrimonio", dice Kóminik sobre la peculiar unión.

Para el actor, el...

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