Historia con identidad

Staff

Los libros, las caminatas y las buenas conversaciones son las aficiones de uno de los investigadores y promotores de la gastronomía mexicana más reconocidos en el mundo: Edmundo Escamilla.

Con 10 tazas de café y ocho cigarros sin filtro antes del mediodía, Escamilla recuerda que su infancia en la comunidad indígena de Chocamán, en Veracruz se llevó a cabo en medio de banquetes ofrecidos por su madre Thalía a grandes personajes de la política veracruzana en los años 60.

"La comida y las historias en mi infancia siempre fueron fundamentales; yo viajaba mucho a Coxcomatepec para platicar con viejitos y con mi tío Miguel Domínguez que era cronista del pueblo; él me regaló mi primer libro de la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España que me lo devoré y me marcó para el resto de mi vida.

"A los 14 años ya leía a Balzac y a Molière, además de que me encantaba platicar con los amigos intelectuales de mi madre. Siempre fui un niño muy solitario al que le encantaba leer, viviendo en un mundo mágico de indígenas y grandes personajes de mi pueblo".

Con una precocidad intelectual distintiva, a los 12 años organizó excursiones y visitas guiadas a centros turísticos, como Puebla o la capital veracruzana, en las que estaba encargado de los camiones, itinerarios y recorridos completos en el centro turístico.

La destrucción de su casa por un terremoto en 1973 y la muerte de su padre, le originaron dificultades económicas que disminuyeron su vida de holguras financieras, y a pesar de su pasión por la historia universal, decide estudiar ciencias políticas en la Ciudad de México.

"Terminé de estudiar y estuve mucho tiempo en comunidades indígenas de Chiapas; después, regresé a trabajar en el Centro Cultural de la Secretaría de Hacienda y ahí conocí a Yuri (de Gortari) y por ahí de 1990 ambos decidimos que ya no queríamos trabajar en Gobierno.

"Juntos organizamos un proyecto teórico-práctico de un restaurante que se dedicara al rescate de la cocina tradicional mexicana, y así comenzó La Bombilla, con muchos sueños, nada de dinero y mucho trabajo", afirmó.

Escamilla evoca los tiempos en los que sus ilusiones se construían sentado en la Avenida Álvaro Obregón comiendo galletas acompañadas de un frasco de cajeta, mientras que inyectaba de recursos al proyecto con banquetes a amigos, charlas mensuales con degustaciones s temáticas, y el apoyo de viejos conocidos, como la investigadora Teresa Castillo.

Después de 10 años, el restaurante ubicado en...

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