Estetica apofatica y hermeneutica del misterio: elementos para una critica de la visibilidad.

AutorVega, Amador

Resumen: Las diferentes hermenéuticas de la negatividad, a lo largo del siglo xx, dan qué pensar respecto de las deudas espirituales contraídas con la tradición de la teología negativa y, en particular, con las grandes corrientes místicas de la Europa medieval. Se propone el uso del término técnico "estética apofática" (o negativa) para dar expresión a la obra de algunos artistas del siglo xx, quienes serían los herederos de aquellas tradiciones. Se estudia, como un caso especialmente relevante, una pintura de Mark Rothko (1903-1970), en quien se dan cita algunos de los motivos centrales de la experiencia religiosa moderna. La hermenéutica de la negatividad se presenta, pues, como preámbulo a una estética apofática de raíz ascético-mística, a partir de una nueva realidad histórica en la que la diferencia sagrado-profano ya no parece válida.

Palabras clave: abstracción, mística, Rothko, nihilismo

Abstract: Throughout the twentieth century different hermeneutics of negativity helped reflect on the spiritual debts to negative theology, and in particular to the major mystical trends of Medieval Europe. The technical term "Apophatic (or negative) Aesthetics" is proposed to define the work of some twentieth-century artists, who are considered the heirs of these traditions. In this article, a painting by Mark Rothko (1903-1970) is studied. In it some central motifs of the modern religious experience can be traced. The hermeneutics of negativity is to be understood as a preamble to Apophatic Aesthetics, with its ascetic and mystical roots set out from a new historical reality, in which the difference between sacred and profane is no longer significant.

Key words: abstraction, mysticism, Rothko, nihilista

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En qué medida el arte ha sido a lo largo del siglo xx el lugar en el que las grandes cuestiones de la metafísica se han expresado de un modo directo e impactante es algo que ya Merleau-Ponty puso de manifiesto en su último escrito, a propósito de unas brevísimas observaciones acerca de la pintura de Cézanne. (1) Por qué razón la representación plástica ha asumido los grandes retos de la filosofía es algo que ha quedado registrado en las estrechas correspondencias que se dieron, en los primeros años del siglo pasado, entre el movimiento fenomenológico europeo y las primeras vanguardias artísticas. (2) La cuestión que hizo posible aquellas correspondencias no podía ser otra que la de la representación y el modelo de realidad que ésta nos ofrece. Pero también en este comienzo del nuevo siglo, aparentemente dominado por los lenguajes laberínticos de la red, continúan siendo las distintas artes las que nos brindan de un modo inmediato planteamientos visuales cuyo impacto sobre nuestra imagen de la realidad no puede ser soslayado.

En lo que sigue voy a intentar sintetizar, en la primera parte, las líneas principales de mis últimos trabajos relativos a lo que he llamado "estética apofática", con la idea de presentar, en la segunda parte, algunas de mis actuates preocupaciones relativas a la elaboración de una antropología de los sentidos a partir de una crítica de la visibilidad.

  1. Estética apofática

    Desde la Antigüedad, los modelos de representación, en la medida en que pudieran referirse a presencias siempre ausentes, han sido objeto de duras controversias cuyo impacto se ha hecho visible en la historia de la cultura occidental. Dichas crisis estuvieron ya presentes en las culturas del Antiguo Oriente y en los sistemas de transmisión doctrinaria relativos al culto a las divinidades. El fenómeno del "aniconismo" es uno de los principales problemas con los que los sistemas teológicos se encontraron, pues al tiempo que pretendían garantizar la pureza de una revelación originaria, se enfrentaban a la imposibilidad de la manifestación sensible que todo sistema religioso lleva implícito. Ya en los comienzos, pues, la doble dimensión sensible/inteligible señalará los distintos discursos, teológicos, filosóficos, artísticos y científicos, hasta el punto que de la conciliación o no de ambos niveles se desprendan modelos de realidad bien diferentes. Pero en los relatos sobre los orígenes no siempre es posible distinguir claramente entre dos planos diferenciados que separen el mundo de los dioses y el de los humanos. Es con la formación de los sistemas religiosos cuando el abismo entre el arriba y el abajo se hace explícito. Para salvar la distancia entre ambos mundos, la creatividad poético-filosófica elaborará complejos modos de aproximación a partir de métaforas acerca de dicho estado de separación. No es posible obtener aquí en pocas palabras una imagen que sintetice tal proceso de comprensión de la realidad, en periodos de tiempo muy largos y en culturas tan diversas. Pero si nos remitimos al modelo bíblico, que en gran parte sintetizó las culturas del Oriente Antiguo, podemos observar cómo la prohibición de la representación divina es tratada de modo diverso, dependiendo de los medios de transmisión. Estudios sobre la idolatría en el Antiguo Testamento han puesto de manifiesto por qué estaban prohibidas las representaciones pictóricas de la divinidad y no así las lingüísticas, las cuales permitían expresarse en términos antropomórficos por medio de imágenes poéticas. (3) De cualquier modo, ha sido la representación plástica la que ha recibido una mayor atención y ha sido objeto de preocupación, mientras que los sutiles juegos del lenguaje poético han permitido soslayar la estrecha mirada de los vigilantes de la ortodoxia.

    El fenómeno del aniconismo bíblico constituyó un primer momento de lo que podríamos llamar "hermenéutica de la negatividad", cuyos problemas relativos a lo que puede ser representado o no encontraron su continuidad en las virulentas disputas acerca de los movimientos iconoclastas que afectaron a la civilización bizantina entre los siglos vi y VIII de nuestra era. (4) En el culto de las imágenes religiosas vemos hasta qué punto el impacto de las doctrinas teológicas en el mundo político, social y artístico fue enorme, pues ponían en evidencia la tensión entre iconodulia e iconoclastia, tensión en la que convergían elementos del pensamiento griego, del judaísmo y del Islam, así como de los numerosos movimientos gnósticos y de las doctrinas dualistas de la Antigüedad tardía. Y a pesar de todo, como dice Belting, por lo que respecta a la pervivencia de los problemas en nuestra historia, contrasta la potencia de las imágenes con la impotencia de la teología. (5)

    Aby Warburg, durante los años treinta del siglo pasado, con su idea de Kulturwissenschaft, puso los cimientos para la recuperación del paganismo antiguo con la intención de obtener todo un nuevo pensamiento en imágenes. En cierto modo, el proyecto del Warburg Institute, y de los investigadores que estuvieron asociados a él, en la época de Hamburgo hasta 1933 y posteriormente en Londres, estaba destinado a crear un corpus iconológico como paso previo al surgimiento de las recientes hermenéuticas de la imagen. Para ello había sido preciso hacerse con los materiales iconográficos que quedaron sepultados por el poder devastador de las doctrinas, lo que ha servido para llevar a cabo lecturas paralelas de texto e imagen, que tan importantes resultados nos han proporcionado. Todavía no se ha escrito una historia completa de aquel inmenso proyecto y debemos, una y otra vez, hacernos cargo de la originalidad de la mirada de aquellos hombres sobre los materiales de la historia del espíritu. (6) De hecho, puede decirse que Aby Warburg recogía el legado del joven Nietzsche, quien en su obra de juventud, El nacimiento de la tragedia (1872), postulaba la necesidad de un nuevo pensamiento en imágenes. Aunque en aquellos años su doctrina sobre la "muerte de Dios" no había sido formulada todavía, el camino ya quedaba trazado: la muerte y renacimiento del dios Dionisos llamaba a una filosofía fundada en los instintos, y se proponía desterrar la idea del dios de la metafísica.

    Ha sido Heidegger, sin embargo, quien ha desentrañado el significado profundo de aquella experiencia del pensamiento, en relación precisamente con el mundo de las representaciones, como el último estadio de la metafísica. Pero la destrucción de aquella concepción del Dios cristiano, procedente de la tradición neoplatónica y del dualismo subyacente en ella, que el propio Heidegger se encargó de denunciar en su curso de 1920/1921 en la Universidad de Friburgo, (7) no tiene su origen exclusivamente en Nietzsche, ni en la filosofía moderna, pues no es posible elaborar una teoría de la subjetividad sin atender a los modelos de la vida interior que surgieron en la Europa medieval, entre finales del siglo XII con Hildegard von Bingen y los movimientos de la llamada mística femenina, y el siglo XIV con su más fuerte expresión en la teología mística de la escuela alemana, muy particularmente en los sermones del Maestro Eckhart. (8)

    Si el mundo moderno puede caracterizarse por una clara conciencia de la subjetividad, que alcanza sus formulaciones más evidentes en las filosofías racionalistas del siglo XVII, hay que insistir una vez más en que todo ello no es sino el resultado de lentos procesos de secularización iniciados un siglo antes por Lutero y sus lecturas de Ockham y de los místicos alemanes, a través de los sermones de Johannes Tauler. En la obra de estos autores, que cada vez conocemos mejor gracias a las ediciones críticas en curso, se halla el germen de toda una crítica de la religión dirigida a ahuyentar el fantasma de la idolatría en for mulaciones como aquella del Maestro Eckhart: "ruego a Dios que me vacíe de Dios". (9) En cuanto crítica de la religión, la mística alemana tensaba la cuerda de la ortodoxia con un lenguaje lleno de lo que se ha denominado "las imágenes explosivas de Dios". (10) No en vano algunos autores han creído ver en esa filosofía mística los orígenes del nihilismo moderno; pero si nos acercamos a los detalles de ese incipiente lenguaje filosófico en...

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