Helado antojo

AutorFrancisco Armenta

Si tienes planeado el fin de semana comer en alguno de los restaurantes campestres que hay por la carretera a Chapala, es necesario regalarte como postre una nieve de garrafa bañada con mermelada de guayaba.

Pero para conseguir ese anhelado postre tienes que viajar hasta Chapala, detenerte frente al malecón, y adquirir en alguno de los carritos o puestos una de las riquísimas nieves hechas con ingredientes naturales.

"Quien no las prueba, es como si no hubiera venido". Con esta sentencia, hecha por un vendedor de artesanía, se puede resumir la importancia de éstas, porque se trata de una rica tradición con más de 20 años en el pueblo, reconocida por familias y turistas de distintas partes.

Alrededor de siete puestos se hacen competencia entre sí, pero para todos hay clientes, porque "cada quien tiene su propio sabor", como menciona don Chuy, nevero desde hace seis años.

Las carretas o puestos son fáciles de reconocer, algunas anuncian los sabores de sus helados en tablitas de madera, puestas una sobra la otra, en las que se puede leer: elote, vainilla, fresa, limón y nuez -en inglés y español-, y los fines de semana los sabores que se llegan a vender son los de tequila, mamey y mago, entre otros; si se desea probar el sabor antes de comprar alguna, sólo basta pedirle al nevero una probadita en una cucharita.

"De a cómo el conito", le preguntan a don Chuy. Los precios varían en cada puesto, sin embargo no bajan de $5, ni suben de $15, depende del tamaño y en qué se sirva; algunas nieves pueden ir en barquillo normal, otras en cono de galleta, en canasta de galleta, y hasta en vaso de plástico.

La presentación es lo de...

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