Hacia una filosofia de la experimentacion *.

AutorFerreiros, Jose

RESUMEN: El artículo intenta promover una recepción más amplia de los trabajos recientes sobre filosofía de la actividad científica experimental. Primero se comentar n los orígenes y las características de la tradición teoreticista predominante, criticando sus presupuestos y sus "miserias". Se analizará luego la función de los instrumentos, proponiendo una tipología de la actividad experimental, aunque elemental --esperamos-- útil. Tras analizar la estructura del experimento, empleando contribuciones de Pickering y otros, discutiremos la dinámica de la experimentación: los procesos de formación de datos. Ésta es, obviamente, la cuestión más crucial y debatida, de la que depende la especificidad y fiabilidad de los métodos científicos.

PALABRAS CLAVE: nuevo experimentalismo, teoreticismo, estructura y dinámica de experimentos

SUMMARY: This paper attempts to promote a more widespread reception of recent work on the philosophy of experimental scientific activity. First, we comment on the origins and character of the predominant theoreticist tradition, offering critical remarks on its assumptions and "poverty". Then we analyze the function of instruments, proposing a coarse but hopefully useful typology of experimental activity. After analyzing the structure of experiment, drawing on work by Pickering and others, we discuss the dynamics of experimentation --the processes of data formation. This is obviously the most crucial and disputed issue, on which the specificity and reliability of scientific methods depends.

KEY WORDS: new experimentalism, theoreticism, structure and dynamics of experiment

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En las imágenes proyectadas por la filosofía de la ciencia popperiana y pospopperiana, el experimento ha quedado cautivo de la teoría: la teoría es lo primero y primordial, lo que antecede y acompaña al experimento, y por supuesto lo que resulta de él. Sin embargo, teniendo en cuenta que el reo ha mostrado muy buena conducta, y que en opinión popular la ciencia moderna le debe tanto, en este trabajo solicitaremos formalmente su libertad condicional: esto es, el reconocimiento de la autonomía relativa de la experimentación. Teorización y experimentación deben ser reconocidos como pares entre los que no hay un primero: la teoría no es el rey.

Desde luego, "autonomía relativa" es una expresión ambigua, pero parece lo mejor que podemos lograr, al menos de momento. Lo que se quiere decir es que, en la actividad científica, la fase experimental y la fase teórica están situadas cuando menos en el mismo plano: que la primera goza de al menos tanta autonomía como pueda tener la segunda.

Con vistas a defender dicho planteamiento, ante todo ser necesario despejar el camino. Dada la preponderancia en filosofía de la ciencia de lo que llamamos la tradición teoreticista, nos ha parecido imprescindible comenzar con algunos comentarios y críticas al respecto. Tras ello, analizaremos la función de los instrumentos en la ciencia y propondremos una tipología --elemental pero, creemos, eficaz-- de las formas que adopta la actividad experimental. Por último, haremos una incursión en el estudio de los elementos estructurales que conforman la actividad experimental, y abordaremos la verdadera cruz de la filosofía de la experimentación: el análisis de su dinámica.

  1. La tradición teoreticista y sus miserias

    Como venimos comentando, la base experimental de la ciencia se ha trivializado en los análisis clásicos de la filosofía de la ciencia. Era una base que quedaba hundida para sostener la fronda lingüística que formaba parte de las teorías --único aspecto que permanecía visible--, fronda cuyos niveles inferiores se constituían en lo dado. (1) De esta manera se ocultaron los problemas y las virtudes que pudiera haber en las dimensiones referentes a la base empírica y en las instancias experimentales que la nutrían.

    Con el término teoreticismo nos referimos a la tendencia --clásica en filosofía de la ciencia-- a privilegiar los aspectos teóricos del conocimiento sobre cualquier otro de sus rasgos, de modo que toda la actividad científica es interpretada desde el punto de vista de la elaboración conceptual y la teorización. De esa tendencia se deriva la inclinación a reformular cualquier cuestión o problema de la filosofía de la ciencia en términos exclusivamente conceptuales o teóricos. Correlativamente, lo empírico tiende a ser considerado como algo situado en los márgenes, (2) los resultados experimentales son objeto de una simplificación y estilización sistemática, y los procesos propios de la actividad experimental desaparecen de la reflexión metodológica.

    Esa tendencia resultó fortalecida al adoptar complementariamente varios tipos de filosofías. Primero, la prestigiosa filosofía crítica kantiana, en la que lo dado era lo fenoménico que podría identificarse con la base empírica, idea elemental que inspiró parte de las representaciones de lo que se considera la "concepción heredada". Segundo, la filosofía de tradición empirista, cuya concepción eminentemente estilizada y simplificada de lo empírico (reducido a "lo fenoménico" o "lo observacional") estimuló de manera paradójica el énfasis en lo teórico. Pero el remate de la relegación de los problemas conectados con la base empírica puede verse precisamente en la alternativa a ese empirismo lógico. La concepción popperiana destacó la importancia de las teorías y explicó en sus términos la dinámica de la ciencia. Las teorías eran imágenes de la realidad, mientras que lo empírico estaba situado en algo que se podría denominar "los márgenes del significado". Andando el tiempo, los conceptos básicos de las teorías llegaron a dividirse en "teóricos" y "no-teóricos": lo relacionado con las afueras de las teorías se denominaba de forma negativa y nutría las proposiciones situadas en las esquinas de la actividad científica, sólo relevantes de manera negativa en los procesos de refutación.

    Para entender los orígenes del teoreticismo, es imprescindible tener en cuenta de qué forma los físicos --o parte de ellos, los más "filosóficos"-- han facilitado y fomentado esta forma simplificada de concebir la ciencia. Esto ocurre tanto hoy como en el pasado, si bien la física sólo ha cultivado esa tendencia teoreticista de una forma decidida precisamente desde que es una ciencia hegemónica.

    1.1. El teoreticismo, de Clausius a Kuhn

    El teoreticismo fue una tendencia que se fraguó cuando los físicos del siglo XIX se preocuparon por cuestiones metodológicas y metacientíficas. Fue un enfoque promovido por científicos como Mach, Boltzmann o Einstein, algunos de ellos grandes experimentadores, pero que hurtaron cualquier discusión sobre las peculiaridades metodológicas y epistemológicas de la actividad experimental. Ello fue posible porque a mediados del siglo XIX se desarrolló la física teórica como subdisciplina autónoma dentro de la comunidad física, especialmente en las universidades alemanas y británicas. Fue así como surgió una fuerte tendencia teoreticista entre los mismos físicos. (3) Hasta ese momento, los físicos que desarrollaban teorías --los Newton, Ohm, Ampère, Weber-- siempre habían sido a la vez, y en íntima unión, experimentálistas. A la nueva línea pertenecen científicos tan relevantes como Clausius o --con matices-- Maxwell, e incluso cabría mencionar la figura de un matemático-físico como Henri Poincaré. Con el fortalecimiento de la física como disciplina científica dominante, surgió una especie de aristocracia de los teóricos dentro de la noble estirpe de los físicos.

    Los grandes tratados de física de la segunda mitad del siglo XIX fueron los modelos en los cuales se fijaron los primeros filósofos-físicos, la pareja Mach-Boltzmann. Las reformulaciones de estos tratados de la física clásica estaban elaboradas de la forma más deductiva y formal posible; ofrecían sistemas axiomatizados que prepararon el camino a la formalización lógica posterior. Si se buscaban presentaciones más intuitivas, se acudía no a los resultados experimentales, sino a cambiar el aparato matemático. (4) Pero el entramado de resultados experimentales en que se basaba la teoría en cuestión era objeto de una simplificación y estilización sistemática, hasta casi desaparecer en los márgenes del juego de principios teóricos.

    Esto puede advertirse en el caso de Ludwig Boltzmann, quien se vio a sí mismo como un físico teórico y a la vez como un filósofo. Era un admirador y seguidor de Maxwell, debido sobre todo a su interés por las síntesis teóricas, y contribuyó decisivamente a que las ideas de este último se introdujeran en Alemania. El mayor favor que Boltzmann hizo a Maxwell y sus seguidores fue escribir un manual, reelaboración de sus teorías electromagnéticas, donde la base experimental quedaba reducida a una estilización abstracta. Los experimentos de Faraday, la genuina base experimental de todas estas teorías, aparecían como teorías provisionales casi desnudas de cualquier interés empírico.

    Boltzmann sostenía --pensando tanto en la física como en la biología-- que teorizar significaba dar una visión o imagen general, sintetizadora, unificadora; la ciencia era una imagen, un modelo de alguna realidad. Se constituía así una forma de construcción presentada como una reconstrucción que reformulaba todos los elementos de la explicación. La actividad más relevante de los científicos era "fabricar teorías", y a esa elaboración debía subordinarse cualquier otra actividad. Tanto, que relatar dicha actividad casi se podía reducir, en buena ley, a los procesos de elaboración y reelaboración de teorías que aparecían como síntesis perfectas. Que se describieran comportamientos de supuestas entidades ocultas, como los átomos, o que sólo se diera cuenta instrumentalmente de los fenómenos observados y se renunciara a considerarlos como causados por esas entidades, fue un asunto no tan importante como se ha querido ver. Lo importante es que el resultado de ambas posiciones filosóficas era la preeminencia de las...

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