Hacen de Marta 'La Jefa'

MURAL/ Redacción

Carta a Lillian

18 de marzo de 1992

Lillian Margarita de la Concha de Fox:

Hace exactamente 20 años, el 18 de marzo de 1972, a los acordes del Himno de la Alegría, y ante innumerables testigos, pero sobre todo ante la presencia viva de Dios, juraste: "Vicente, prometo amarte, respetarte y serte fiel hasta la muerte".

Hoy, 18 de marzo de 1992, has decidido terminar este compromiso y romper este juramento. Pronto, dices, nuevamente prometerás ante los hombres amar a otro hombre. Como tú bien sabes, ante la única y verdadera ley, la de Dios, no existe más que un solo matrimonio y un solo compromiso que da generación a una unidad independiente, la familia. Con un destino superior y sublime para la procreación y la educación de los hijos en el amor a Dios. Por tanto, yo seré tu único y verdadero esposo para siempre.

Han sido 20 años. Después de un noviazgo que nos dio oportunidad de conocernos mutuamente en todos y cada uno de los aspectos en que pueda conocerse física, moral y espiritualmente, al término del cual decidimos casarnos por la Iglesia.

Toda una vida y, al mismo tiempo, sólo un instante. Llena de amor y quejas. De alegrías y tristezas, realizaciones y sinsabores, aciertos y errores, plena de vivencias y cristalizaciones.

Como pareja, al encontrarnos en la intimidad de ser para el otro. Al establecer el profundo compromiso de ser para los dos y para los demás y particularmente para el hijo, decidimos adoptar, en un acto del más puro y profundo amor, antítesis del egoísmo, a Ana Cristina, Vicente, Paulina y Rodrigo.

Hoy que te vas, quedan cuatro supermaravillosísimos hijos, fruto del máximo grado de conciencia, responsabilidad y libertad. Lo más propio del hombre no es lo más instintivo y biológico, sino el grado con que asume su responsabilidad de padre. El hijo es como la obra maestra de los padres, es carne de su carne, y hueso de sus huesos, es como una prolongación de su propio yo, es como un complemento de su ser, un perfeccionamiento de su íntimo ego. Su pasado se proyecta en el futuro, quiere para su hijo lo que no tuvo para sí mismo, su experiencia de vida la pone al servicio de quien debe vivir. Los padres viven para los hijos. Se complacen en los hijos y se miran en ellos.

Hoy nos queda la rica experiencia mutua vivida a lo largo de 7 mil 300 días juntos. El amor de los hijos y la satisfacción de haber puesto lo mejor de nosotros mismos.

Dejas atrás con tu decisión muchos sueños, muchas posibilidades y oportunidades, esperanzas de dos familias y ocho seres humanos, seis de ellos menores de edad, sin posibilidad e indefensos para cargar culpa o cruz. Pero, sobre todo, dejas la misión o la tarea comenzada aún sin terminar. Para cada ser humano, para cada familia hay predeterminada una misión propia, una misión específica y profunda en esta vida. Y para la familia Fox-De la Concha esta tarea queda inconclusa al faltar tú.

¿Que estoy sentido? ¿Que estoy profundamente afectado?... Sí, y mucho, muchísimo; estoy herido, muy herido.

(...) ¿Desearte felicidad? No puedo, no puedo ir contra la naturaleza y, sobre todo, contra la ley de Dios que decidió sabiamente, a través del matrimonio, formar la familia. También al igual que el hombre, única, irrepetible e indivisible, imagen y semejanza de su propia familia.

Otros se desahogan por la vía de la violencia, la venganza o el apresurado olvido, yo lo hago escribiéndote estas líneas.

Te vas, dices, a construir un nuevo hogar... ¿sobre qué sólidos cimientos?... las cenizas de dos familias y ocho seres humanos que dejas a la deriva...

(...) ¿Con qué tranquilidad de conciencia y paz espiritual te despertarás cada día, cuando se hace un nuevo juramento de amor sin haber cumplido el otro?

¿Cómo se puede estar casada ante Dios con uno y ante las leyes del hombre con otro?

¿Cómo se puede amar, educar y enseñar con el ejemplo a los hijos desde otra casa que no es el hogar que los engendró y que no respeta el principio de la indivisibilidad?

Hoy nos toca una triste y difícil despedida. Por las equivocaciones que haya cometido, te pido perdón, jamás fueron hechas con intención de herir, por los olvidos y falta de atención a nuestro hogar, familiar y personal, te pido mil disculpas, por la falta de expresión, comunicación y la muestra diaria de amor que siempre te tuve, hoy, quizás tarde, he reconsiderado.

Hoy, 20 años después, vuelvo a comprometer y reiterar el amor que te he tenido, el amor que ha crecido, el amor que vivirá hasta la eternidad. Tú irás a lo que llamas tu nuevo hogar, donde dices que encontrarás lo que estás buscando, una nueva aventura que deberás emprender por ti sola, baja tu propio riesgo y libertad. Aquí permaneceremos el resto de la familia Fox-De la Concha, mantendré unida esta familia, le daré seguridad, confianza y fortaleza. Buscaré incansablemente las condiciones en este hogar para que sean campo propicio de moralidad, valores universales, religiosidad y singularidad como institución matrimonial y familiar donde nuestros cuatro hijos puedan aspirar a desarrollarse, crecer, trascender y alcanzar la felicidad. De ser preciso, abandonaré todo otro campo de actividad, aceptaré cualquier sacrificio, entregaré aun la vida misma si fuese necesario, pues mi propia trascendencia y realización la encuentro en estas maravillosas personitas. Quiero vivir para mis hijos, complacerme en ellos, mirarme en ellos y alcanzar a Dios junto con ellos.

No te digo adiós sino hasta pronto, pues en el cielo seguirás siendo mi esposa, mi única esposa.Vicente

(Del capítulo "Allá en el rancho grande")

El Cambio

Durante esos años en Guanajuato se agudizaron los antiguos conflictos con su cuerpo. Desde que era adolescente siempre que se miraba al espejo se veía "gorda". Marta era tan disciplinada, obsesiva y dura, que no se permitía subir 100 gramos. Se pesaba tres veces por día y, si aumentaba, dejaba automáticamente de comer. Lo que le provocaba el efecto contrario, bajaba de peso rápidamente. Quizá aquí esté la explicación de su personalidad y ese afán por la disciplina, el orden y la perfección. Los celos, la ansiedad y el control excesivo.

Marta tiene una característica especial: o no come casi nada o come y luego va al baño y vomita; es decir, una mezcla de anorexia y bulimia, según declaraciones de gente que trabajó con ella en Guanajuato. "Varias veces la escuché vomitar en el baño. Ella me decía que era la comida, que le había caído mal", revela su ex asistente.

Una noche de fines de diciembre de 1997, llegó a su casa después de pasar la tarde con Vicente. El ranchero le había jurado que con Lillian no tenía nada que ver, que estaban divorciados y que si llegaba a ser Presidente, ella iba a trabajar con él, en un lugar de importancia. La amaba; era feliz. Igual había problemas. Los amigos de Vicente Fox la odiaban y hacían todo lo posible para quitársela de encima. Sobre todo Lino Korrodi y José Luis González y una parte del gabinete de Guanajuato. Un día Tere fue testigo de una hemorragia que atacó a Marta, producto de los disgustos y el estrés por los cuentos que "esa gente" metía en la cabeza de Fox.

Sin embargo, estaba segura, con esa convicción que le daba la fe religiosa, las recetas mágicas de los libros de new age y los de Deepak Chopra, de que sería la ganadora. Se sentía a un paso de la puerta grande. Un día trajo una bruja de Salamanca que le habían recomendado como "muy buena". La mujer llegó a su despacho y permaneció -según testigos- toda la tarde. Marta consiguió fotografías de José Luis, El Bigotón, González y de Lillian, sus enemigos más importantes. Se encerraron en el baño con Gina Morris y allí permanecieron haciendo todo lo que la mujer les indicaba...

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