'Hacemos las posadas en el patio por seguridad'

CIUDAD DE MÉXICO, diciembre 24 (EL UNIVERSAL).- Pese a los problemas económicos que vive el país y a la inseguridad en la delegación Iztapalapa, los vecinos de la colonia Santa María Aztahuacan realizan sus posadas como hace 50 años.

Cerca de las 20:00 horas decenas de personas se acercaron a la casa donde saldrían los peregrinos en la calle Benito Juárez, la mayoría niños de entre seis y 12 años, quienes esperaron nerviosos por ver quién sería el encargado de cargar las figuras que se mudan de casa en casa hasta el próximo 24 de diciembre.

La señora Reyna Hernández fue la encargada de leer la letanía. Tras juntarse unas 30 personas y encargar los peregrinos a cuatro niños, la caminata por las calles comenzó.

"Kyrie eleison", decía Reyna, mientras las personas coreaban "Ora pro nobis" y así toda la letanía para llegar a la casa que recibiría a los peregrinos. En el camino los niños silban y buscaban la forma de cuidar que su vela no se apagara.

Mientras tanto, una parte de la familia anfitriona organizaba los últimos detalles como la comida, el ponche y la cuerda con la que colgarían las piñatas. Desde las 2 de la tarde comenzaron a preparar el pozole y a cortar la fruta para el ponche.

"Esta noche vamos a preparar pozole y ponche, entre toda la familia nos cooperamos para que los vecinos puedan disfrutar de una linda noche", dijo la señora Hernández.

Tras recorrer la calle Benito Juárez el contingente se dirigió a un zaguán negro, ahí comenzaron a pedir posada; los integrantes de la familia Hernández se colocaron a la puerta.

"En nombre del cielo, os pido posada, pues no puede andar, mi esposa amada", corearon los visitantes, y tras 12 versos entre los anfitriones y los asistentes a la posada, se les dio el ingreso a la casa.

Al grito de "entren santos peregrinos, peregrinos, reciban este rincón, que aunque es pobre la morada, la morada, se las doy de corazón", los peregrinos fueron colocados en un altar de la Virgen de Guadalupe.

Los adultos se acercaron a ese altar para rezar por un momento, mientras los pequeños esperaban impacientes poder romper la piñata.

"Yo voy a romper todas", decía un niño mientras su hermana preparaba las bolsas para guardar el botín.

El señor Joaquín Nieto Martínez, uno de los dueños de la casa anfitriona, preparó la cuerda y alistó el palo con el que los niños le pegarían a la piñata, mientras los demás comenzaban a repartir vasos para el ponche.

"Es muy bonito que sigamos estas tradiciones porque no se deben...

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