Le hacía la barba

AutorJorge Ricardo

El peluquero Pietro Morittu Piga miró hacia la puerta y de la impresión sus tijeras Kokoro se quedaron cortando el aire: a su barbería había entrado Gabriel García Márquez.

"Vengo a cortarme el pelo", dijo.

Era la una de la tarde de un día entre semana. "Lo reconocí luego luego", dice 25 años. "Y por supuesto, me emocioné, no cualquiera va a atender a un Premio Nobel, a cortarle el cabello y a meterle la navaja en el cuello".

Un día entró Mercedes Barcha a la tienda de antigüedades de la esposa de Morittu, la mexicana Consuelo Cerda. "Usted es la esposa de Gabriel García Márquez", le dijo ella y le dio la tarjeta del negocio de su marido: Barberia da Pietro, Local 212 de Plaza Inn, fundada en 1984.

¿Habrá visto García Márquez algo maravilloso en el peluquero con nombre del joven italiano, Pietro Crespi, que en Cien Años de Soledad se suicida por el rechazo de Amaranta? ¿Le habrá gustado esa barbería clásica con acabados de madera y un caramelo rojo y azul girando afuera?

El hecho es que durante los 25 años siguientes Morittu se acostumbró a oírle decir cada mes: "Pietro, ya vine", cuando entraba. "Pietro, haz lo que tú veas que me queda bien", cuando se ponía el cubridor. Y "Grazie tante", cuando se iba.

"Le gustaba un corte normal, el cabello un poquito largo y despeinado, acomodado con las manos, eso sí, el bigote muy bien hecho, que se viera más bien espeso, pero rebajado, sin volumen", dice Morittu.

El italiano, un hombre elegante de casi dos metros, con facha de profesor o médico, es cuidadoso con lo que dice: "El maestro entraba siempre a la una de la tarde, saludaba, le ponía el cubridor y a veces hablábamos, si ya había...

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