La Habana difunta

AutorRafael Rojas

El siglo 21 ha comenzado de manera despiadada para la cultura cubana. En apenas cinco años, han fallecido Heberto Padilla, Manuel Moreno Fraginals, Celia Cruz, Jesús Díaz, Antonio Benítez Rojo y Guillermo Cabrera Infante. Por muy estremecedora que nos resulte la lista, lo más desolador es que no está completa.

¿Qué compartían el poeta, la cantante, el historiador y los tres novelistas mencionados, además de la condición de creadores imprescindibles de la cultura cubana del siglo 20? Compartieron el exilio, la oposición pública al régimen de Fidel Castro, la profunda antipatía que ese régimen sintió por ellos y la angustia de morir lejos de su país, sin ver realizado el sueño de la democracia cubana.

El 22 de febrero, el periódico Granma no dio la noticia del fallecimiento, en Londres, de Guillermo Cabrera Infante. Cuando murió Celia Cruz, el 17 de de julio de 2003, esa misma publicación informó la triste noticia, pero le agregó estas líneas infames: "la importante intérprete se mantuvo sistemáticamente activa en las campañas contra la Revolución Cubana generadas desde Estados Unidos, por lo que fue utilizada como icono por el enclave contrarrevolucionario del sur de la Florida".

No hay clemencia, ni la menor disposición al duelo, en una dictadura que confunde la Nación con el Estado y que sólo concibe la pertenencia a una cultura desde la lealtad a un caudillo. Por fortuna, en el país de Granma, Cabrera Infante, el último clásico de la gran narrativa cubana del siglo 20, nunca ha existido. Los editores de ese libelo comunista piensan, con razón, que no hay que informar al público sobre la muerte de un fantasma. Si lo hicieran, difícilmente podrían ocultar su alegría.

En el verano de este año, Cabrera Infante habría cumplido 40 años en el exilio. Aunque desde 1962, luego del cierre de su magazine Lunes de Revolución, vivía en Europa, su salida definitiva de Cuba se produjo en 1965. Ya para entonces, Cabrera Infante era un autor reconocido dentro y fuera de la isla, no sólo por un par de libros memorables -los relatos y viñetas de Así en la paz como en la guerra (1960) y las críticas de cine de Un oficio del siglo 20 (1962)-, sino por su liderazgo intelectual, siempre desde posiciones cosmopolitas y de vanguardia, durante los primeros años de la Revolución.

A partir de 1967, instalado ya en Londres, Cabrera Infante comenzará a escribir y publicar sus libros fundamentales: las novelas Tres tristes tigres (1967), La Habana para un infante...

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