Gustavo Fondevila / Tiros en el cine

AutorGustavo Fondevila

El 2 de noviembre pasado, Enrique Cuacuas fue con sus dos hijos a ver una película infantil al Cinépolis Plaza Ermita. Estaban en la sala 2 cuando una bala disparada desde la calle, ingresó por el techo e hirió a Hendrik de 10 años de edad en la cabeza. El menor fue trasladado a un hospital público por paramédicos del establecimiento y posteriormente a uno privado. Dos días después de haber sido herido, el niño falleció. Aunque no es la primera vez que suceden cosas de este tipo en el complejo, hasta ahora, la Procuraduría (PGJDF) no ha detenido a ningún responsable.

LA MISERIA DE LA COMUNICACIÓN

A partir del hecho, empezó lo acostumbrado: la guerra de declaraciones. Al parecer, ninguna autoridad sabe decir las palabras correctas frente al dolor de las víctimas, ni llevar adelante la información oficial de una investigación. Desconocen que en estos casos, lo que esperan las personas que han sufrido un crimen es simplemente empatía, solidaridad, un poco de compasión y sobre todo, justicia.

Aquí nadie se ha solidarizado con un padre que se muestra -en su dolor- legítimamente estupefacto por las reacciones de las autoridades. Por un procurador que se niega a recibirlo y una investigación del asesinato que realmente es una broma siniestra que llega 10 días después del crimen a preservar la escena del delito... Cualquiera que haya visto un policial de Hollywood sabe que si la preservación no es inmediata, la escena pierde casi todo su valor y que después de las primeras 24 horas, las posibilidades reales de atrapar a un criminal bajan sensiblemente.

Pero aparte de la investigación hay un problema institucional muy grave: la comunicación oficial de las autoridades. En todos estos años, la Procuraduría no ha logrado generar una política de medios a la altura de la institución que pretende ser. Las comunicaciones de la PGJDF son siempre invariablemente una auténtica chapucería que ofende la sensibilidad y la inteligencia de los habitantes del DF. Al punto que los medios de comunicación de esta Ciudad acostumbran a manejar los casos a su antojo y acorralan a la Procuraduría en su propia "investigación" y en su selva de dichos y desmentidos confusos y contradictorios. Esto es culpa de la propia institución que en vez de quejarse del maltrato de los medios, debería desarrollar un aparato de comunicación pública correcto, sensato y respetuoso de los derechos humanos. Sin por esto, dejar de explotar los éxitos...

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