Guajolota, orgullo de CDMX

Lo normal es el tamal chilango verde o rojo, bajuelo, alargadillo, bueno de comer. Pero eso es sólo lo normal: a partir de ahí la libertad y la imaginación de cada cocinera eligen su desvarío. (Si el tamal no está mal: es tamal. Si el tamal no está bien: no es tamal.)

He visto guajolotas de tamal oaxaqueño, aplastadito y enmolado, servidas afuera de la panadería La Joya, en 5 de Febrero; las he visto de tamal yucateco, con cochinita pibil, retemblando en sus centros de salsa de habanero y cebolla morada (se ponen o ponían en Río Parral, en Iztapalapa); he visto tortas de tamal de dulce, completamente rosa, untadas de mermelada de fresa, y servidas con ponche sin piquete en los puestos navideños del mercado de Medellín (Campeche, Roma Sur); he oído el lamento electrónico del tamalero que dice: "Acérquese y pida sus ricos y deliciosos tamales oaxaqueños", y me acerqué y pedí y traía tamal de suadero y salsa verde, y ese tamal se introdujo entre dos panes, y era bueno.

También he mejorado varios tamales. Una vez, metí un tamal de esquites de Ticuchi (Petrarca 254, Polanco) en el abrazo capital de un bolillito con limón y mayonesa; otra...

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