Guadalupe Loaeza/ Un sueño ¿baboso?

AutorGuadalupe Loaeza

El domingo por la noche, después de leer en nuestro periódico todo lo que dijo Vicente Fox durante su programa de radio sabatino, tuve un sueño. Reconozco que fue un sueño babosísimo. Sí, muy baboso, porque incluso al despertar me percaté que la almohada estaba totalmente cubierta de una saliva espesa. No están ustedes para saberlo, ni yo para decírselos, pero soy de las dormiloncitas que, desafortunadamente, a veces llega a babear. Pero eso sí, nunca había babeado tanto como ocurrió hace dos días. Incluso tenía la mejilla izquierda totalmente empapada. De pronto recordé. Había soñado con Vicente Fox y... su ¡¡¡sicoanalista!!! Sí, estaban en plena sesión.

Sin hacer el menor esfuerzo, se me vuelve a aparecer la escena. Veo el consultorio. Es un consultorio decorado de una forma sumamente austera. Por el techo tan alto y los muros tan gruesos, se diría que está en un edificio viejo. Las cortinas de terciopelo verde oliva están totalmente corridas. Hay una pequeña lámpara prendida sobre el escritorio de madera, donde aparece también una vieja computadora Acer. A un lado, sentado en una silla que me parece muy incómoda, está el doctor vestido con un traje de tres piezas de lana gruesa. Lleva lentes de montadura como de los veinte. De vez en cuando se lleva una pipa de marfil a la boca. Se ve preocupado, pensativo. Al fondo de la habitación se me reaparece el típico "chaise-longue" de piel negra cubierta con un tapete persa, igualito sobre el cual Sigmund Freud solía sicoanalizar a sus pacientes allá en Viena en la calle de Bergassen 19. A pesar de la penumbra en la que se encontraba la habitación, si mal no recuerdo lo primero que vi fueron las botas de Fox. Eran de un charol negrísimo, brillantísimo. "Sí, seguro es él", me acuerdo que dije entre sueños. Curiosamente, yo me encontraba sentada sobre un banquito. Era un banco que nada más tenía tres patas, lo cual me hacía tambalearme constantemente. De pronto comencé a escuchar el monólogo del Presidente. Hablaba fuerte. Por extraño que parezca tenía un micrófono en la mano.

"¡Ya estoy cansado! Todos me calumnian. Todos me mienten. Todo, absolutamente todo lo que digo me lo distorsionan. ¿No será que me están viendo la cara? ¿No será que me tienen envidia porque yo fui el único que pudo, después de 70 años, sacar a los priistas de Los Pinos? ¡Malagradecidos! ¡Ingratos! ¿Verdad que yo soy el único que sabe cómo están las cosas en el país? ¿Quién si no yo? ¿Verdad, doctor, que yo siempre les he...

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