Guadalupe Loaeza / Una ventana

AutorGuadalupe Loaeza

Cada vez que me encontraba frente a Nina, tenía ganas de preguntarle. La verdad es que nunca me atreví. "No, no es muy prudente. Para ella ha de ser tan difícil...", me lamentaba al pensar que el tiempo pasaba y que seguramente cada vez sería más difícil abordar el tema con mi suegra. "En mi casa nunca se hablaba de eso", me decía Enrique. Claro, era una etapa de la vida de sus padres demasiado dolorosa, de ahí que hasta sus propios hijos desconocieran lo que había sucedido con las dos familias, la paterna y la materna, durante la Segunda Guerra Mundial.

De hecho, Enrique se enteró después de la muerte de su padre de lo que don León había vivido a lo largo de los seis años de la guerra, es decir, la pérdida de su primera esposa y de sus dos hijos. Nina, a quien su esposo sí le contó los detalles de su vida anterior, nunca quiso compartirlos con sus hijos. ¿Se trataba de un pacto entre ellos, o era simplemente, la imposibilidad de contar el horror? O bien, se trataba de una abrumadora culpa originada de la conciencia de haber sobrevivido a sus padres, hermanos, tíos y hasta hijos. Tuvieron que pasar 23 años, para que Enrique, el primogénito de esa pareja, se enterara de que había perdido un hermano y una hermana; y entendiera la razón profunda de la depresión contra la que batalló su padre durante todos los días de su vida en México.

Cuántos casos similares se dieron entre miles de familias judías de los sobrevivientes. A cuántos hijos y nietos les hubiera aliviado conocer con más detalle la historia de su familia en el lapso que duró la guerra. Cuánto dolor se hubiera evitado, pero sobre todo, cuánto silencio hubiera dejado de pesar sobre las relaciones familiares.

Ayer abrió sus puertas el museo "Memoria y Tolerancia", uno que cuenta lo que no se atrevieron a contar miles de actores de la tragedia. Ahora, este museo que está justo enfrente del Hemiciclo a Juárez, a un costado de la Secretaría de Relaciones Exteriores, será como una ventana que muestra lo que nunca más debe de ocurrir. "Nunca más", parecen decirnos las 46 salas interactivas con 800 piezas originales, como fotografías, documentos, identificaciones, uniformes, insignias, armamento y estandartes, en especial de ese episodio que fue como un agujero negro de la historia universal.

Ahora Enrique podrá acompañar a sus hijas, las nietas de Nina y de León, y contarles lo que sus abuelos vivieron. Seguramente, les podrá contar con más libertad y con menos angustia. Lo que no creo que...

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