Guadalupe Loaeza / 'Todos somos Valle'

AutorGuadalupe Loaeza

Por fin llegaron las vacaciones. Dos días antes de partir de la Ciudad de México, me sentía y me veía como de 102 años. Cuando me veía en el espejo no era mi rostro el que veía reflejado en la luna, era la cara de una señora X, ojerosa y cuya tez se advertía particularmente deshidratada y arrugada.

Lo más llamativo eran los dos profundos surcos que se dibujaban a cada lado de los labios. Se hubiera dicho que se me vinieron encima todos los días, los meses y las horas del 2015, un año de intenso trabajo.

Ya no podía más, ya no discernía, me costaba trabajo articular, arrastraba las palabras y los pies. Mi lengua y las extremidades las sentía como de plomo. "Me urge descansar, bajar la cortina, ni una cita más...", decía entre sobresaltos de un sueño agitado.

Sin esperar un día más, el viernes 25, hice la maleta, me puse frente al volante y me dirigí hacia la carretera del Estado de México.

Dos horas y media después de manejar como sonámbula en medio de un tráfico atroz, finalmente mis ojos advirtieron a lo lejos el lago de Valle de Bravo.

Con qué felicidad descubrí decenas de velas blancas que se deslizaban pacíficamente sobre el agua. Había llegado a mi destino con el firme propósito de disfrutar cada día, cada hora y cada minuto de unas muy merecidas vacaciones.

Con ese estado de ánimo saludé el embarcadero y las primeras calles empedradas con sus casas de techos de dos aguas cubiertos con tejas. Nunca me habían parecido tan encantadoras y hospitalarias.

En tanto las pasaba de largo lentamente circulaba frente a comercios los cuales ya me son muy familiares. Todavía faltaba lo mejor, llegar a la casa que rento, en pleno pueblo (frente a la Pila Seca) hace seis meses y cuya vista hacia el lago y las montañas es el mejor regalo que pueda recibir cualquier defeña que padece cada vez más una ciudad gris y chata que siente que la consume día a día.

"¡Todos somos Valle!", exclamé al abrir de golpe la puerta de la casa y presenciar semejante espectáculo que me regalaba la naturaleza. Así se han de decir todos aquellos que buscan paz y tranquilidad en este paraíso. Si usted está en busca esta paz y armonía le recomiendo venir a Valle. Esa noche dormí plácidamente, mecida por un par de ángeles vallesanos.

Al otro día me desperté con cara de agradecida. Desde entonces no me ha abandonado. Especialmente después de los masajes del spa "Real A'ayani", cuyos nombres de los tratamientos son más que sugestivos: "Sanando desde el espíritu", "Agua y...

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