Guadalupe Loaeza / El sicoanalista

AutorGuadalupe Loaeza

Los invito a imaginar una sesión del viejo PRI con su sicoanalista. Sí, leyó usted bien. Desde hace unos meses el Partido Revolucionario Institucional empezó una terapia individual (a pesar de que el doctor Meneses le propuso una de grupo, junto con los otros partidos incluyendo a los chiquitos, éste se negó), ya que desde su derrota del 2 de julio del 2000 ha ido padeciendo depresión tras depresión.

Nos encontramos en un consultorio de decoración escueta y pasada de moda. Las cuatro paredes están cubiertas con libreros, donde aparecen voluminosos libros finamente empastados con todas las obras que se han escrito, en los últimos 10 años, alrededor de este partido. En medio de la pieza hay un chaise-longue forrado color vino. A un lado vemos un sillón de estilo chippendale cubierto con un raído terciopelo guinda. Recostado sobre el diván está un hombre viejo de 74 años pero que aparenta 150. Está vestido con un traje negro de tres piezas, su corbata es de rayas blancas, verdes y rojas. Lo único que alumbra el consultorio, prácticamente en tinieblas, es una vieja lámpara de pie, cubierta con una pantalla destartalada en pergamino. En el ambiente se respira un ligero olor a naftalina y a hojas de naranjo.

-¿Qué siente?, pregunta el sicoanalista en voz casi inaudible.

-¿Que qué siento? Siento una profunda fatiga. Es una sensación de hartazgo, pero sobre todo, de mucho desgaste y desencanto. El problema, doctor, es que ya no creo en mí, pero todavía creo mucho menos en mis hijos. Les he perdido toda mi confianza. ¡Bola de ladrones, farsantes, corruptos, cínicos y mentirosos! Si supiera cómo los desprecio en el fondo. Especialmente a mi supuesto dirigente, Roberto Madrazo. Ah, cómo me choca ese priísta. No le creo ni lo que come. Cada vez que abre la boca se me revuelve el estómago. Pero, claro, me tengo que aguantar. Porque ahora resulta que es el que me dirige. ¡Hágame el favor! Y para acabarla de amolar, su hijito también milita conmigo. ¿Se da cuenta de lo que son capaces los priístas actuales? De involucrar a sus propios hijos conmigo, a sabiendas de que me he convertido en un partido totalmente desacreditado, caduco y con unas mañas espantosas. Dígame si no es un acto suicida. ¡Pobres muchachos, me dan una lástima! ¿Sabe por qué? Porque sus padres les han hecho creer que tengo solución. Los han convencido de que puedo cambiar y que puedo adaptarme a los nuevos tiempos. ¡Están pendejos! Yo ya estoy acabado. Ya no puedo más. Por más que...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR