Guadalupe Loaeza / Shirley Temple

AutorGuadalupe Loaeza

De niña, hubiera dado cualquier cosa por parecerme a Shirley Temple. Por más que me hacía "anchoas" para enchinarme el pelo, por más que me ponía moñitos en la cabeza y por más que usaba vestidos de organdí ampones con crinolinas como los de mi pequeña heroína, no lograba el mínimo parecido. Cuántas veces le lloraba a mi madre, rogándole que me pusiera clases de "tap", cuántas veces me ponía frente al espejo y hacía como que cantaba: On the Good Ship Lollipop y cuántas veces vi sus películas en el Club Vanguardias, las únicas a las que no les metía mano (censura) el padre Pérez del Valle. Con el nacimiento de mi hija, veintiocho años después, resurgió la misma obsesión, deseaba a toda costa que se pereciera a Shirley Temple. Ignoro a qué pueda atribuírselo, el caso es que conforme Lolita crecía se iba pareciendo de más en más a la pequeña actriz. Tenía los mismos rizos, la misma sonrisa angelical, los mismos cachetes, la misma cara redondita y la misma gracia. Jugar con ella y mimarla era como si lo hiciera con la misma Shirley Temple. Andando el tiempo, me convertí en abuela. Lo que nunca me imaginé es que mi quinta nieta, hija de mi hija, también sería muy parecida a la niña más famosa de Hollywood: de pelo rubio y ondulado, con una sonrisa adorable y un carisma irresistible. Ahora las tres generaciones vemos juntas las películas (YouTube) de Shirley Temple y las disfrutamos como si se hubieran filmado ayer.

Como un pequeño homenaje a la actriz muerta el lunes pasado, a los 85 años, quiero platicarles que, una vez más, Hollywood está de luto. El presidente Franklin Roosevelt solía decir: "Tanto como el país tenga a Shirley Temple, estaremos bien. Cuando el espíritu de la gente se encuentra decaído en esta época de la Depresión (1932), es maravilloso que por tan solo 15 centavos, un norteamericano pueda ir al cine y mirar esa carita sonriente, gracias a la cual puede olvidar sus penas". En efecto, las películas de Shirley Temple ponían a cualquiera de muy buen humor. La pequeña actriz era de un profesionalismo apabullante. En una entrevista de 1999, explicó de qué manera lograba llorar en sus filmes con tanta naturalidad: "Creo que desde muy joven adquirí un buen método para ser actriz. Para lograr llorar de un momento a otro, solía apartarme con mi madre a una habitación tranquila. No pensaba en cosas tristes. Me limitaba a poner mi mente en blanco. Y un minuto después, lloraba. No me...

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