Guadalupe Loaeza / Reflexiones aterradoras

AutorGuadalupe Loaeza

Estoy aterrada. ¿Por qué? Porque ya se acabó un año completo y empieza otro enterito. A partir de hoy, 1 de enero del 2009, faltan 364 días de incógnitas, de incertidumbres e imprevistos que nos esperan. Sí, ya sé que hay que tener esperanzas, que hay que tomar al toro por los cuernos, como solía decir doña Lola; que todas las crisis son oportunidades, que hay que tener capacidad de adaptación, que hay que tomar la vida como un verdadero desafío, etcétera, etcétera, todo eso lo sé, no obstante, estoy aterrada por el devenir. Además, odio cumplir años y este año voy a cumplir, indefectiblemente, uno más, lo cual no hace más que convertirme en un adulto aún mayor. Me niego hacerme una persona cada vez mayor. Me he fijado que últimamente bajo las escaleras más lentamente y siempre fijándome muy cuidadosamente en cada uno de los escalones, cada vez que desciendo de un coche me tardo por lo menos cinco minutos y requiero de una mano amable para que me ayude hacerlo, de lo contrario no puedo (y menos si lo hago de una de esas camionetotas último modelo); si no traigo mis anteojos puestos no puedo hacer mis llamadas desde mi Palm y, lo que es peor, ya no escucho bien y creo que todo se va ir empeorando en el 2009, y que, a este ritmo, en el 2010 voy a recibir ese año en la cama. Si a todo lo anterior hay que agregar que el 2009 será un año electoral, oh my goodness! Y que todo parece indicar que el PRI podría tener mayoría, oh my goodness!!!!!!!

Lo que también me aterra es que conforme pase el tiempo todo se deteriore: que se incremente la violencia, que aumente la pobreza, que los fenómenos naturales nocivos se intensifiquen, que la desconfianza en nuestras autoridades y entre nosotros se ensanche aún más. Me da pavor que los hermanos, primos y amigos que no se hablaban, ni se saludaban en el 2008, ahora en el 2009, ya ni se volteen a ver; que sus rencores y resentimientos estén ya tan arraigados y endurecidos que no les permitan tener una idea de cuál es el origen de los mismos. Me da pavor que estos enconos se transmitan como enfermedad a la descendencia y entonces habrá una cantidad mayor de enojados. Todo esto lo pensé mientras comía la séptima uva de las 12, y en ella desee que todos los hermanos y hermanas que no se hablan, hace años, que no esperaran hasta el día que estuvieran en Gayosso para perdonarse. Me aterra el rencor. Me aterra el resentimiento especialmente entre familiares cercanos, también entre ex novios y ex parejas.

Ya, ya...

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