Guadalupe Loaeza / ¡No más Natalias!

AutorGuadalupe Loaeza

Recuerdo que en la década de los sesenta, una que otra hermana mayor de una que otra amiga se había "comido la torta antes de recreo", es decir, se había embarazado por el típico novio, "niño bien", irresponsable quien se negaba rotundamente a reconocer su paternidad. Ante el temor del escándalo y del rechazo social, muchas de ellas optaban por abortar en alguna clínica de Suiza o Canadá. Otras elegían tener al bebé, quien por lo general era adoptado como hijo o hija por la abuela. El caso es que había, a como diera lugar, que guardar las apariencias. Gracias a ello, unas se casaban como "vírgenes" y otras iban por el mundo con una terrible culpa, pero sobre todo, con un resentimiento hacia el padre, ya sea del embrión abortado o del bebé que crecía sin saber quién era su papá. Con los años, me he encontrado con algunas de estas "hijas naturales" como se les llamaba. A pesar de que ya son adultas, siguen padeciendo mucho enojo por la ausencia del padre. He aquí el caso de Natalia y el porqué de la urgencia de escribir sobre ella.

Tal vez no pase una semana antes de que los magistrados del Primer Tribunal Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito pongan punto final a una batalla legal que empezó hace seis años. Resolverán si Francisco Javier Pérez Pijoan debe indemnizar a Natalia Albert Llorente por el daño que le causó al no haberla reconocido como su hija o si deben premiar la irresponsabilidad y cinismo de éste al dejar impune el abandono de una mujer embarazada y de la hija que procreó en su relación con la madre de Natalia.

Natalia nació hace 32 años y fue, como tantos otros millones de mexicanos, hija de madre soltera. En un principio, al notar que no era exactamente igual a sus compañeras de escuela preguntó ingenuamente a su madre por qué ella no tenía papá y por qué durante su infancia había tragado tantas mentiras: que si estaba de viaje, que si vivía lejos, que si regresaría pronto y cosas por el estilo. Cuando cumplió 12 años su madre le confesó que durante varios años fue novia de un señor que la dejó cuando supo que estaba embarazada, pero ella decidió tener al bebé. Esto causó una profunda tristeza en la niña pero supo seguir con su vida y superar las continuas humillaciones que, de una forma u otra, sufría reiteradamente.

Cuando Natalia cumplió 15 años, decidió conocer a ese "señor", su padre. Con un valor y una determinación apenas creíbles en una adolescente, se presentó en las oficinas de Nacional Financiera, donde se...

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