Guadalupe Loaeza / Morir en domingo

AutorGuadalupe Loaeza

"Ese toro parece un chivo", fueron las últimas palabras del doctor Manuel Cárdenas Loaeza el pasado domingo. No obstante se encontraba ya muy enfermo, le pidió a su nieto José que lo instalara en su sillón para ver en la televisión la corrida. Seguramente el toro al que se refería mi primo se trataba del tercero de la ganadería de Teófilo Gómez. De hecho las más de 14 mil personas que asistieron a la Plaza México ya habían protestado por la "falta de trapío" del animal que toreaba Armillita IV con cierto desánimo. Mientras el torero intentaba cuajar la faena, el público le gritaba: "¡¡¡Noooovilleeeero!!!". En realidad mi primo hermano a quien quería ver torear una vez más era a Morante, quien había salido con mucho ánimo en el primer toro. El andaluz probablemente era uno de sus favoritos. Pero por desgracia Cárdenas murió a las 5:20 pm, es decir, antes de verlo conmover a toda la plaza y cortar dos orejas. Qué paradoja, porque uno de los poemas predilectos del cardiólogo era precisamente "Llanto por Ignacio Sánchez Mejías" de García Lorca y que dice: "A las cinco de la tarde./ Eran las cinco en punto de la tarde./ Un niño trajo la blanca sábana a las cinco de la tarde./ (...) Lo demás era muerte y solo muerte a las cinco de la tarde".

Como su abuelo (mío también), Manuel era un apasionado de la fiesta brava. Desde niño solía ir al Toreo de la Condesa. Como decía el pasodoble del "Compadre" Silverio de Agustín Lara: "no cambiaba por un trono su barrera de sol".

Manuel Cárdenas tenía cuatro pasiones: el corazón, los toros, la historia y la lectura. Curiosamente no era amante de la música porque como él afirmaba carecía del "hemisferio izquierdo". En cuanto al corazón, seguía fielmente los lineamientos del doctor Ignacio Chávez. Como escribiera una de sus colegas el día que le hicieron un homenaje en el Instituto Nacional de Cardiología: "Su opinión es muy válida y será tomada en cuenta siempre y cuando coincida con la mía". Así era Manuel, hablaba poco pero cuando se expresaba era "un crítico implacable defensor a ultranza de lo bien hecho, y qué decir de lo mal escrito que siempre fue devorado por el dios del fuego". Siempre que le presentaban un documento mal redactado y con faltas de ortografía, lo quemaba delante de todo el mundo. Así era Manuel, sumamente crítico y estricto. "Otra faceta que disfrutaban profundamente sus colegas era su privilegiada memoria en la que guardaba entre otros muchos, muchísimos datos, los integrantes de la...

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