Guadalupe Loaeza / Mi maestra Elena

AutorGuadalupe Loaeza

Para toda la familia Antoni.

Las clases eran los jueves a las 11 de la mañana. La primera en llegar (en su Volkswagen del "año de la canica") a la casa de Alicia Trueba en San Ángel, donde se llevaba a cabo el taller de literatura, era la maestra. Su puntualidad aristócrata se le parecía, de allí que no aceptara que sus alumnas fueran impuntuales. Si una de ellas llegaba minutos después de la hora, la maestra, con su eterna sonrisa en los labios, se limitaba a verla de reojo. Jamás se hubiera permitido hacer cualquier tipo de observación y menos públicamente.

Más que maestra era nuestra compañera, nuestra confidente y nuestra amiga incondicional. Era tan solidaria que era capaz de faltar a una de sus clases con tal de ir a consolar a la alumna que no había ido por estar sufriendo el desamor. Que cómo lo sé, porque fue a mí a la que reconfortó. "Elena, ya es muy tarde, vete que te están esperando en la clase", le decía entre sollozos. "No, Lupita, quiero estar contigo. Me duele verte tan triste". Y entre más intentaba reconfortarme, más me entristecía de saber que el resto de sus alumnas pudieran estar esperándola.

De ese calibre es Elena Poniatowska. Siempre dispuesta a escuchar al otro. Así es ella, primero están los demás y luego, mucho después, está Elena o "Elenita", o la "Princesa" o la "Pony", como también la llaman, según la antigüedad de la relación (¿cuántas Elenas no habrá en Elena? Elena hija, Elena madre, Elena abuela, Elena escritora, Elena periodista, Elena combativa, etcétera, etcétera). Es tan sencilla, tan transparente y tan de a de veras, que a veces quisiera una abrazarla y no soltarla nunca más. Más que como maestra, a Elena, la veo como a una hermana mayor cuyo ejemplo, como ser humano, quisiera seguir a pie juntillas. Me gustaría ser como ella, así de educada, comprometida, humana, generosa, trabajadora, pero sobre todo, congruente. Vive como piensa y piensa como vive, cada uno de sus días. Como bien dice su hijo Felipe: "es una chingona". Tiene razón, es una chingona porque es valiente, porque nunca ha hecho concesiones, porque nunca le hace la "barba" a nadie, y porque siempre dice la verdad a los políticos. Elena no es frívola. Elena no se toma en serio. Elena no es presumida ni se cree la divina garza. Al contrario, se diría que siempre está pidiendo perdón: a la vida, a su madre, a sus hijos, a sus alumnas y a sus lectores. A Elena le gusta hacerse...

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