Guadalupe Loaeza / 'Emociones encontradas'

AutorGuadalupe Loaeza

Queridos Cristina y Germán:

Les escribo esta carta con motivo de su próximo matrimonio. Los felicito. ¡Qué bueno que finalmente decidieron casarse! Soy de las que pienso que no hay nada como vivir en pareja, especialmente, a su edad y en su circunstancia. Además, hacía 30 años que ustedes ya habían establecido una entrañable amistad; una amistad llena de complicidades y de mutuos recuerdos. ¿Acaso no solían salir en parejas y hasta viajaban juntos? Germán con Miriám y Moisés con Cristina. ¿Quién les hubiera dicho que, al quedar viudos, el destino los volvería unir? ¿Qué hubieran pensado Moi y Miriám de este reencuentro tan azaroso? ¿Qué tanto gusto le hubiera dado a Miriám que su mejor amiga se hubiera casado con su marido, ya viudo? Y, ¿qué hubiera dicho Moi que su gran amigo del alma se hubiera matrimoniado con su esposa, ya viuda? ¿Se puede ser desleal con el amigo o con la amiga, incluso después de muertos? He allí la pregunta que ambos se preguntaron varias veces, llegando a la conclusión de que finalmente tanto a Moi como a Miriám les hubiera dado mucho gusto. No obstante su relación empezó a provocarles emociones encontradas. Emociones que por momentos parecían reprimir sus sentimientos. Dicho lo anterior, el que lo tenía más claro de los dos, eras tú, Germán. De plano un buen día te presentaste al departamento de Cristina y le dijiste que te querías casar con ella. Pero con lo que no contabas era que Cristina estaba en plena mudanza, a punto de partir para Cancún, porque ya estaba harta de la ciudad, especialmente del tráfico de Polanco donde vivía. Sí, Cristina ya estaba cansada de su trabajo como diseñadora de interiores, le urgía experimentar una nueva vida. En cambio tú, Germán, no te iba tan mal en tu tienda de tapetes. Lo único que lamentabas, sin embargo, es que tu relación con tu hijo no era nada buena. Te sentías solo por eso decidiste pedirle, de rodillas, la mano a Cristina.

Créanme que su caso, aunque me conmovió, me provocó muchas dudas. ¿Qué tanto celebraría personalmente el hecho de que mi marido, yo ya muerta, le propusiera matrimonio a mi mejor amiga? Sinceramente creo que a mí me daría el soponcio... ¿Por qué? ¿Por egoísmo? ¿Por celos? ¿Por paranoia? O, simplemente, ¿por coraje? Me temo que por todo lo anterior junto. Bueno, pero ¿por qué me importaría si yo ya estaría dos metros bajo tierra? Por eso precisamente. ¿Por qué diablos, entre todas las mujeres del mundo, mi marido ya viudo, habría escogido a mi mejor...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR