Guadalupe Loaeza / Cú-cu-ta

AutorGuadalupe Loaeza

Dice Berta Fuentes que escribe para desahogar el dolor. Pero en su vida no todo ha sido padecer. Nuestra novelista ha tenido muy buenas épocas. Qué tan vital y atractiva ha de haber sido de joven, que Luis Buñuel le pidió aparecer en su película Bella de día. Berta tiene muchas virtudes, pero hay una que todo el mundo reconoce, la de la amistad. Cuando sus amigos Francisco Corzas y Pedro Coronel estaban bien "brujas" en Roma, nuestra autora se puso a cantar por las calles de Roma, que no las de la colonia Juárez, sino las de la capital de Italia, para financiar su estancia. Y hablando de amigos, Berta fue amiga de Rafael Alberti, de la familia de Alfonso Reyes, de Gabo cuando no tenía un centavo y de todos los que solían pertenecer a los Trescientos y ni uno más...

Berta Fuentes es una niña bien, ex alumna del colegio Sagrado Corazón. Una niña bien atrevida, audaz y muy libre de espíritu con una gran curiosidad y muy inquieta. Una niña bien que ha viajado por todo el mundo y vivido intensamente, de ahí que su narrativa sea tan rica y seductora. Una niña bien que le gusta cantar boleros y bailar tangos. Perdón, también le gustaba bailar los mambos de Pérez Prado con su falda esponjada igual que su cabellera ligeramente rizada al estilo de María Félix, la cual seguramente lavaba con Break, el shampoo que usaban las niñas bien de los cincuenta. Me pregunto si en esa época, Berta tenía un diario en donde, con su letra puntiagudita, describía todas sus vivencias: las declaraciones de amor, las serenatas y todas las fiestas con su grupo de amigos con los que solía divertirse ¡¡¡de lo lindo!!!

Pero en realidad no quiero escribir sobre Berta Fuentes porque no acabaría nunca, sino de Emilia Cuevas, la protagonista de la novela Cúcuta (Editorial Océano) quien da la casualidad se parece mucho a su autora. Sin embargo, tengo la impresión de que Emilia es un poquito más revolucionaria que la escritora. Esto lo descubrió cuando estaba casada con Felipe Cuevas y vivía en un campo petrolero de Venezuela, llamado Mene Grande. El lugar era espantoso y su casa horrible, pero la fue arreglando con sus muebles de mimbre, armados sobre fierro negro, los regalos de plata recibidos durante su elegante boda; retratos con gente famosa y de su familia.

Emilia se aburría como ostra, sus días transcurrían como si las nubes que la ocultaban en el presente, le mostraran un futuro sin interés alguno y sin darse cuenta que estaba resuelta a tomar toda clase de resoluciones...

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