Guadalupe Loaeza / La conquista del aire...

AutorGuadalupe Loaeza

Para Alfonso Sarabia, director del AICM y pariente de Francisco Sarabia, el mejor piloto de México.

El martes pasado, en este mismo espacio, hablé de la felicidad que me provocaba el anuncio de un nuevo aeropuerto para la Ciudad de México y de mi señor padre como experto de la temática jurídico-aeronáutica y representante permanente de México ante el Consejo de la Organización de la Aviación Civil Internacional en Montreal. Dije también que había sido fundador de la cátedra de Derecho Aéreo y Espacial en la Facultad de Derecho de la UNAM. Lo que no dije, por falta de espacio, fue que su hijo, Enrique M. Loaeza Tovar, siguió sus pasos en materia de aviación. Muy joven, mi hermano, fue director de ASA, director de Aeroméxico y dos años más tarde también sería de Mexicana, línea de aviación que se fusiona con Aeroméxico. Como su padre, actualmente, forma parte del Comité Jurídico de la OACI. Debido a su trabajo, se ve obligado, como don Enrique, a viajar constantemente a Montreal, Canadá. Y, por si fuera poco, es maestro en la UNAM de la misma cátedra que fundó nuestro padre. Hijo de tigre, pintito.

Cuando Enrique M. Loaeza Tovar era director de ASA, le tocó la remodelación del aeropuerto de la Ciudad de México, inaugurado en 1952, por el presidente Miguel Alemán. Recuerdo que una de sus obsesiones era rescatar, a como diera lugar, el mural La conquista del aire por el hombre de Juan O'Gorman, el cual había sido develado el mismo día en que Lázaro Cárdenas inauguró en 1938 el Aeropuerto Central de la Ciudad de México. En esta obra pintada en 1937, el muralista y arquitecto O'Gorman plasmó a lo largo de 16 metros, su interpretación sobre el origen, el desarrollo y los logros realizados por el hombre con la intención de volar. Hay que decir que el mural fue encargado por la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas para decorar el Aeropuerto que entonces se encontraba en Balbuena.

Ya entonces el mural había causado mucha polémica "interna de visos extraterritoriales" respecto a dos de sus tres paneles. El pintor había retratado a los líderes fascistas Adolfo Hitler y Benito Mussolini. A ambos les pintó una cabeza monstruosa, rodeada de atemorizantes serpientes. La intención del maestro era evidente, "advertía así sobre la potencial amenaza que los gobiernos alemán e italiano, respectivamente...

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