Guadalupe Loaeza / 300 becas para Haití

AutorGuadalupe Loaeza

Cuando me enteré de que 93 haitianos habían llegado a México el martes por la tarde como becarios para hacer sus estudios en México, no pude más que aplaudir esta iniciativa del Gobierno de México. Fue Bruno Figueroa, director general de Cooperación Internacional para el Desarollo de la Secretaría de Relaciones Exteriores, quien los acompañó desde Puerto Príncipe. Cada joven recibirá una beca del Gobierno de México para estudiar un curso de español, cultura mexicana y después iniciar su ciclo de estudios de licenciatura. La primera parte se conformó de 103 becarios y la tercera vendrá el año que viene. Hay que decir que el arribo a México del segundo contingente de estudiantes de Haití coincide con el 85 aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre nuestros países. Qué espléndida manera de darle la bienvenida a nuestros hermanos haitianos que tantas carencias han sufrido desde el terremoto del 2010 (6.9 en la escala Richter). Según la Embajada de México en Haití, el 80 por ciento de las familias desplazadas por el sismo ya han sido reubicadas. Las calles han sido pavimentadas de nuevo, pero falta mucho por hacer. Haití, el país más pobre de América, es aún una nación vulnerable donde continúan los problemas de pobreza, de inseguridad y de insalubridad.

Estas 300 becas serán destinadas para que estos jóvenes estudien durante cuatro años carreras tecnológicas y politécnicas. El programa promueve el desarrollo sustentable y a largo plazo, en cinco sectores prioritarios: agricultura, educación, desarrollo económico y social, medio ambiente y salud. Se trata del programa de formación de recursos humanos más grande que tiene México actualmente para extranjeros.

A raíz de la tragedia del 2010, las autoridades haitianas y la comunidad internacional, a través de la ONU, se hacían muchas preguntas acerca de los retos del futuro de este país de herencias europeas y africanas. "¿Estará la capital (Puerto Príncipe) ubicada en el mismo lugar? ¿Cómo restablecer las capacidades de un Estado seriamente lastimado? ¿Cuál debe ser la vocación económica y productiva que antes del temblor ya conocía los mayores flagelos de pobreza del continente? ¿Cómo lidiar en el corto plazo con las carencias de unos siete millones de personas que han sido afectadas en mayor o en menor medida?". Todas estas preguntas tenían que ver con la esencia misma de la identidad haitiana, con la manera en la que a las y los haitianos les urgía conjugar el "nosotros".

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