Guadalupe Loaeza / Aznavour

AutorGuadalupe Loaeza

"Antes de Aznavour, la desesperanza era muy impopular, él nos la hizo simpática", escribió el poeta y escritor francés Jean Cocteau. Hay que decir que el cantante, muerto a los 94 años el 1 de octubre, era un lector voraz y un gran coleccionista de viejas ediciones de libros. Su biblioteca era impresionante. De allí su amor y obsesión por el lenguaje. "La lengua francesa es mi patria. Es nuestro patrimonio", solía decir el autor de más de 1,000 canciones y cien millones de discos vendidos, de origen armenio y padre de seis hijos.

Los principios de Charles Aznavour, en los años cuarenta, no fueron nada fáciles. Todo lo contrario. Nadie creía en su físico de 1.60 metros, tampoco gustaba el timbre de su voz, sus gestos, su falta de personalidad y mucho menos apreciaban la letra de sus canciones. Además, su nombre de pila era imposible de pronunciar, Shahnourth Varinag Aznavourian. Parecía que todo lo tenía en contra. No obstante, Edith Piaf siempre le decía que con el tiempo llegaría muy lejos y que tendría mucho éxito, precisamente por esas características. A Piaf, en cuya casa Aznavour vivió 8 años, le compuso siete canciones, dos de las cuales (Plus Bleu que tes Yeux y Jezebel) llegaron a cantar a dúo en Nueva York. "Yo era su maletero, su chofer, su plomero, su secretario, su amigo y su confidente. No hay nadie después de Edith Piaf", confesaba el compositor siempre que le preguntaban sobre su amistad con "el gorrión de París".

Nostalgia, melancolía, sensualidad, angustia, todo eso tenían las canciones de Charles Aznavour. Como dijera con toda la solemnidad del caso el Presidente Emmanuel Macron en el homenaje nacional que se le hiciera en el enorme patio de Los Inválidos, frente a la familia Aznavour; el Primer Ministro armenio, Nikol Pachinian; la Alcaldesa de París, Anne Hidalgo, y los ex Presidentes de Francia Sarkozy y Hollande, Jean Paul Belmondo, Mireille Mathieu, entre muchos otros invitados: "Durante casi un siglo, fue él quien nos hizo vivir. Sus canciones eran un bálsamo, un remedio, un consuelo. Durante años esa presencia, esa voz, se instalaron en nuestras vidas y nos unieron fuera cual fuera nuestra condición o nuestra edad. Charles Aznavour se convirtió, unánimamente, en una cara de Francia". Para terminar, Macron agregó visiblemente conmovido: "...en Francia los poetas nunca mueren".

Charles...

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