Guadalupe Loaeza/ Cero propósitos para el 2003

AutorGuadalupe Loaeza

Hoy 31 de diciembre, cuando las manecillas del reloj de la catedral metropolitana marquen las 12 de la noche, por primera vez no formulará su acostumbrada lista de propósitos. ¿Para qué lo haría si nunca logra llevarlos a cabo? ¿Para qué proponerse tantas resoluciones, si al cabo de unos días se le van olvidando poco a poquito hasta sumirlas en el viejo desván de la memoria? ¿Acaso no es mejor para una persona tan olvidadiza como es Sofía empezar el año sin ningún tipo de presiones? He allí un acto de libertad, se dijo al tomar la determinación de no proponerse nada, absolutamente, nada, para el 2003. ¡Uf, qué alivio! Tampoco pediré ningún tipo de deseo. ¿Qué tal si esta vez sí se me cumplen? Híjole, una vez realizados, ¿qué cosa desearía después? No. Lo mejor es comenzar el año 'clean', totalmente limpiecita, sin ambiciones y sin pedirle nada más a la vida. ¡Me ha dado tanto...!

Lo que tampoco haría doña Sofía este fin de año, es un recuento respecto al que termina. De hacerlo estaba segura que el balance resultaría negativo. Así mismo evitaría ponerse una calificación del 1 al 10 alrededor de su actuación como esposa, madre y abuela. Se abstendría, igualmente, de realizar un referéndum entre sus familiares y vecinos para conocer la opinión que tienen de ella como ciudadana. En otras palabras, para esta ocasión tan especial tendrá una actitud totalmente distinta a la que solía tener cada vez que se aproximaban estas fechas. Hoy por la noche, en lugar de pedirle a mi marido que me ofrezca las tradicionales 12 uvas, le pediré que me dé en los labios una docena de besos. Por mi parte, en vez de uvas, le regalaré 12 secretos igualmente dulces que tienen que ver con nuestro amor. En seguida, apartaré de dos en dos, las 12 uvas que me corresponden hasta formar seis grupos. Los tres primeros serán para mis tres hijos; los otros son para la nuera, el yerno y el nieto. Para ellos sí quisiera pedir los mejores deseos del mundo. Para que no me equivoque y le atine según su personalidad y su circunstancia pienso escribirlos en un papel. Por ejemplo para Tomás, que nada más tiene cuatro meses, voy a pedir que su primer diente sea blanco y fuerte como el marfil. Voy a pedir que los primeros pasos que dé en su vida, sean muy firmes y derechitos. Y voy a pedir, que su inteligencia tenga que ver más con el corazón que con la cabeza. Cuando me coma las cuatro uvas que les corresponden a sus papás voy a pedir que cada uno de ellos se convierta totalmente en...

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