Guadalupe Loaeza/ La bruja Bremer

AutorGuadalupe Loaeza

Hace dos años Cristina Bremer recibió una noticia que la llenó de tristeza: "tiene usted mieloma múltiple", le dijo el doctor, lo cual significaba que tenía muy poco tiempo de vida. No obstante "la bruja Bremer", como todo el mundo la llamaba cariñosamente, vivió ese lapso con absoluta dignidad. En lugar de sumirse en una depresión estéril, Cristina se preparó para partir con paz, pero sobre todo, para despedirse de sus tres hijas y de sus nietos con la mayor armonía posible. Estas tres hijas eran sus tres Lunas, como las había bautizado desde que eran niñas. Y no hay duda que para ellas, su madre era todo un sol que siempre supo alumbrar sus vidas, hasta el 8 de enero a la una y media de la madrugada (la hora de las brujas). Pero para conocer aún más a propósito de esta mujer tan excepcional, mejor démosle la palabra a sus hijas.

Cristina Faesler Bremer tiene 35 años y es directora de arte: "Para mí, siempre fue mi madre la alegría personificada. Siempre apareció ante mis ojos como la madre tierra. Tenía una fuerza vital extraordinaria. Ella me enseñó el ejercicio de la libertad. Fue una mujer muy generosa que siempre creyó en la amistad. Tenía muchísimos amigos que la adoraban. Siempre les estaba regalando amuletos. 'La albahaca para la suerte. El orégano para la alegría. La pimienta para la sensualidad. La canela para la atracción. Las nueces para la fertilidad. El sándalo para el dinero', decía en tanto distribuía unas bolsitas que contenían todo lo anterior. Imagínatela, hace muchos años, mientras hacía mamilas, fabricaba al mismo tiempo sus amuletos, que por cierto nunca los vendió. Recuerdo también cuando de niñas organizábamos obras de teatro; ella nos ayudaba con el vestuario, con la escenografía y con la asistencia del público, ya que solía invitar a sus amigos como espectadores. Viajar con ella era descubrir el mundo de otra forma. Siempre le sucedían cosas muy chistosas. Por ejemplo, un día en San Juan Chamula, no nos dejaban entrar a la iglesia, sin embargo cuando los chamulas la descubrieron se acercaron a ella y le acariciaron el pelo, el rebozo y las manos y finalmente nos acompañaron hasta el interior del templo. Mi madre era una mujer muy carismática. Además se vestía de una forma sumamente original. Acostumbraba usar kaftanes en colores muy luminosos, cubiertos con rebozos y ponchos. Incluso hubo veces que llegaron a confundirla con un miembro de una orden religiosa. Era realmente muy original. Nunca se cortó el pelo, lo...

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