Guadalupe Loaeza/ Un amor de novela

AutorGuadalupe Loaeza

Es evidente que en esta serie, no podían faltar las parejas inmortales de la literatura universal. Parejas que nos resultan tan reales que las aceptamos como si hubiesen existido. Podemos pensar, por ejemplo, en Anna Karenina y el conde Vronsky, Tristán e Isolda, Heathcliff y Catherine de Cumbres borrascosas, Leopold Bloom y Molly, personajes de James Joyce, Scarlett O'Hara y Rhett Butler en Lo que el viento se llevó, Romeo y Julieta, Desdémona y Otelo, Hamlet y Ofelia, Fausto y Margarita e innumerables más. Al observar el caso de cada una de estas parejas, llegamos a la conclusión que los creadores de estos personajes han hecho un tipo universal con sus héroes y sus heroínas. De ahí que el autor de Madame Bovary (1856), Gustave Flaubert escribiese: "Mi pobre Emma Bovary sufre y llora, en estos momentos, en veinte pueblos de Francia". Reflexión que bien se podría aplicar al caso de su marido, Charles Bovary. No hay duda que las lágrimas de este médico de pueblo resultaban aún más amargas que las de su mujer, Emma Rouault de origen campesino. La romántica de Emma, como Don Quijote, había leído demasiados libros que le deformaron su visión del mundo. Fue así que se inició en la lectura novelesca en el convento de las Ursulinas en un medio aristocrático y místico. A los 13 años, recibe una educación muy superior a su medio social. En sus lecturas, encuentra con pasión todo un mundo fantasioso. Un mundo que alimenta sus sueños y le da forma a una imaginación desbordante. Lo que Emma descubre en sus novelas es una reserva de imágenes ya hechas, una mitología a través de la cual ella se representa la realidad. La educación de Emma en el convento nos revela un patrón característico. Vive en un mundo protegido, tibio, soporífero e inmóvil, lee sus novelas a escondidas (éste primer placer prohibido marcó su existencia). Las alumnas se reúnen en el estudio, en la capilla o en el dormitorio a donde llevan libros de aventuras. De todas sus compañeras ella es la que disfruta más este tipo de literatura. Escuchemos cómo nos la describe su autor en los momentos de lectura: "Emma manoseando con delicadeza sus bellas encuadernaciones de raso, detenía sus ojos fascinados sobre el nombre de aquellos autores desconocidos, muchas veces condes o vizcondes, que habían estampado su firma al final de la obra... Se prendó de los temas históricos con Walter Scott y no hacía más que pensar en bargueños, trovadores y salas de guardias... rindió culto a María Estuardo y las mujeres ilustres y desgraciadas fueron objeto de su más entusiasta veneración. Para ella Juana de Arco, Eloísa, Agnés Sorel... eran como cometas destacando en la inmensidad tenebrosa de la historia... En todas las romanzas que cantaba en clase de música siempre salían a relucir ángeles con alas de oro, madonas, lagunas y gondoleros..." (Madame Bovary).

Todo el universo falso y romanesco, arriba descrito, se fue acumulando en el espíritu de Emma, haciéndole perder la noción de lo real, sin saber vivir en el presente. Sólo percibía lo imaginario a través de un pasado transfigurado o de un futuro fantasmagórico. Esta educación primera de Emma es muy reveladora ya que corresponde a un...

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