Un grito en el silencio

AutorMaría Luisa Medellín

Un día te dije que por ti sería capaz de morirme, y ya ves, lo cumplí.

Rumbo al hospital, aún dopada por los efectos de los barbitúricos, Ana dejó caer las palabras sobre Damián.

Más que una prueba de amor incondicional, lanzaba la última estocada para enterrarle el filo de la culpa.

Se cumplían 12 horas desde la medianoche, cuando se levantó de la cama y se encaminó al baño aferrándose a tres cajas de pastillas distintas para dormir.

Antes de tragarlas a puñados, imploró el perdón divino por no ser una buena madre, ni una buena esposa, ni una buena hija.

Con ellas dentro del cuerpo, regresó despacio a la alcoba, como si tan sólo se hubiera cepillado los dientes.

Al poner la cabeza sobre la almohada murmuró hacia Damián: "Ojalá tu engaño y lo que hemos vivido últimamente sea una pesadilla de la que mañana no pueda despertar.

Luego cerró los ojos, creyendo que lo hacía por última vez.

Era como un grito en el silencio en una entidad que de seguir las tendencias actuales, de acuerdo a los números de la Secretaría de Salud, terminará el año con 170 suicidios.

Hasta lo que va de agosto se han registrado 93 casos, siendo la mayoría de personas entre 25 y 34 años, y las causas principales son: los problemas de pareja, con la familia y económicos.

Ha sido tan alto el índice de suicidios en Monterrey en los últimos meses, que hasta el Arzobispo Francisco Robles Ortega se comprometió a colaborar con la Secretaría de Salud en acciones para encontrar solución al problema.

La tarde en que Ana, de 32 años, encontró a su marido de la mano de otra mujer, no supo qué le dolió más, si toparse con su infidelidad o ver la sonrisa que le iluminaba el rostro.

En los últimos años, de los 10 de su matrimonio, nunca lo había visto tan radiante. La dicha se había escapado de sus vidas y regresaba apenas en contados intervalos.

Lejos quedaban los días en que las atenciones de Damián y su carácter solícito le daban la seguridad de que su vida marital resarciría las viejas heridas de su adolescencia, cuando intentó despojarse de la vida por vez primera, después de que su abuelo intentó abusar de ella.

Un aturdidor episodio que guardó para sí en el último rincón de la memoria.

Damián era esa tabla a la que se aferraba para saberse amada, aunque otras circunstancias la enredarían de nuevo en las ansias de la muerte.

"Me embaracé, y al cuarto mes me tuvieron que operar por apendicitis", platica esta mujer de tez aperlada.

"Me dijeron que el bebé no sufriría consecuencias. Desde ahí, pasaba dos días en mi casa y tres en el hospital, por sangrados, hasta que se produjo el aborto".

En una de las austeras salas de juntas del Hospital Psiquiátrico del IMSS, en donde ha terminado su terapia formal, pero regresa cuando su ánimo la atormenta con altibajos, Ana relata con un leve temblor de labios que era un embarazo muy deseado, y al frustrarse, se obsesionó por engendrar un bebé.

Hundida en la depresión, sus días transcurrían...

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