Un grito de libertad

AutorYoana Rodríguez

Son funciones de brillantes lentejuelas, labios encendidos y agudos zapatos de tacón, pero también son humor punzante, sensualidad desinhibida y crítica social. Son teatro cabaret.

Sin darle la espalda a sus antecedentes, el cabaret contemporáneo ha adoptado la verbena de la música y baile, caracterizaciones dramáticas y la desobediencia a interpelar directamente a su público para hablarle desde una parte de la sociedad que no cumple con la pautas sociales aceptadas y que tampoco está interesada en cumplirlas.

Bajo este sentido el género tuvo su comienzo en el País en la Ciudad de México con Juan Ibáñez, Enrique Alonso "Cachirulo" y Julián Pastor, gente de teatro universitario de buscó recuperar el teatro de revista.

A partir de ellos vino una generación encabezada por Tito Vasconcelos, Jesusa Rodríguez, Regina Orozco y Astrid Hadad, quienes le dieron una nueva dirección al cabaret en las décadas de los 70 y 80.

"Usamos el cabaret para decir aquello que nos atañe, nos duele, incomoda, indigna, nos da risa y lo que nos enamora; es un teatro de emergencia que tiene que decirse en el momento", señala Tito Vasconcelos, referente con más de 50 años de trayectoria como actor, director, dramaturgo e investigador del género.

Desde los años 20 y a lo largo de las siguientes décadas florecieron en el País más recintos que se llenaban del olor a tabaco, tragos destilados y canciones de danzón, guaracha, cumbia y merengue.

A la par se volvía más popular el teatro de carpa, en el que se improvisaba sátira política como un espacio único para la población de enterarse de los acontecimientos, y los espectáculos de rumberas cargados de sensualidad, baile y música en vivo.

Fue a partir de esa mezcla de elementos de las carpas, el teatro universitario, la espectacularidad y cachondería de las rumberas, la suma del carácter libertario del cabaret alemán y la ruptura con la cuarta pared que el cabaret mexicano tomó un nuevo rumbo liderado por la comunidad feminista, LGBT y por aquellos que se establecían fuera de los cánones.

Aunque en Guadalajara ya existía una tradición de espectáculos nocturnos en espacios que se hicieron muy populares en los años 70 y 80, la impronta del nuevo cabaret llegó a la Ciudad a principios de 2000 con un grupo de actores alumnos de Vasconcelos y Rodríguez.

Entre ellos Circee Rangel, quien tuvo su primer acercamiento con el género en la Ciudad de México durante su último año de formación actoral por medio de su compañera Ana Francis...

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