'El Grito': Historia de un ícono

AutorOlivia Guzón

"Sólo un loco pudo haber pintado esto", es la inscripción con letra muy pequeña que se puede leer en el cielo rojo de la primera versión de "El Grito", de Edvard Munch.

Pero tras la venta de casi 120 millones de dólares de una de las versiones de la famosa pintura, el miércoles pasado en la subasta de arte impresionista y moderno de la casa Sotheby's, la frase que parece escucharse en todos lados es: "Sólo un loco pagaría esa cantidad de dinero".

¿Quién compró "El Grito" en la subasta? Nadie lo sabe aún, al igual que se desconoce si la frase en el primer cuadro fue escrita por el autor o tiempo después por algún observador anónimo que obviamente despreció la obra.

Lo que sí es seguro es que la inscripción tiene algo de razón: la locura siempre fue parte de la vida de Munch (1863-1944).

Desde pequeño, el pintor vivió atormentado por desgracias, enfermedades y obsesiones.

Su madre y su hermana murieron de tuberculosis cuando él tenía apenas 5 años; otra de sus hermanas fue diagnosticada con esquizofrenia y las obsesiones religiosas de su padre le inculcaron un profundo temor al infierno.

"La enfermedad, la locura y la muerte fueron los ángeles que rodearon mi cuna y me siguieron durante toda la vida", dijo alguna vez el pintor noruego.

Sin embargo, era esa mezcla de locura, temor y conflicto lo que el artista consideraba la base de su genio.

Bajo esta lógica, es comprensible que su obra maestra, "El Grito", haya sido pintada en uno de los momentos más oscuros de su vida.

"Cuando Munch creó la primera versión de 'El Grito' (en 1893), el artista, alcohólico y fumador compulsivo, estaba en un estado de desesperación", dijo la experta en la obra del pintor noruego, Sue Prideaux, en entrevista con el Wall Street Journal.

"Estaba cumpliendo los 30, no tenía dinero, se tambaleaba por culpa de un desastroso amorío y estaba aterrado de sucumbir a la enfermedad mental que corría en su familia".

De acuerdo con la autora de la biografía Edvard Munch: Detrás del Grito, publicada por Yale University Press en el 2005, el artista ubicó la figura andrógina en un sitio popular para suicidarse en la bahía de Oslo, en Noruega, donde los caminantes podían escuchar los gritos de un manicomio cercano, en el que se atendía su hermana.

Una posible percepción errónea sobre la pintura es el grito en sí, comentó la escritora al Wall Street Journal, ya que muchos historiadores de arte dicen que el personaje no está gritando, sino bloqueando el sonido de los gritos a su...

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